Cuando nos fijamos en el estudio de la mujer culta en el Medievo, observamos que muchos autores se centran en la historia de conocidas figuras bajomedievales como, por ejemplo, Leonor de Aquitania y su hija, María de Champaña, o Christine de Pizan. Sin embargo, podemos plantearnos si otras mujeres que se sitúan en la época más temprana del período medieval pudieron adquirir las mismas posibilidades: aprender a leer y escribir, estudiar las artes liberales¹ o dedicarse a la escritura o la enseñanza.
Sabemos
que las aristócratas tenían más oportunidades, pero al margen de una educación
dirigida a su clase social y la derivada de los textos sagrados, ¿qué mujeres de
la Alta Edad Media estaban alfabetizadas?, ¿sólo lo fueron las pertenecientes a
la nobleza?, ¿qué margen de actuación tenían las mujeres instruidas?
Para no
hacerlo tan extenso como sería si ampliara mi texto a mujeres del conjunto europeo, en esta entrada me ceñiré a la península ibérica y al marco cronológico de los siglos
V al X.
ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE
Con la caída del
Imperio romano de Occidente desaparecieron las antiguas escuelas
municipales y las instituciones eclesiásticas se encargaron de la educación
pública, siendo las escuelas parroquiales, episcopales y monásticas las
posibilitadoras de un nivel básico de instrucción para la infancia.
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Pierre le Mangeur dando clase Miniatura de La Bible historiaux, s. XV París, Biblioteca Mazarine. Ms. 313, f. 1r |
Los monasterios albergaban la cultura clásica y los textos sagrados eran transmitidos a niños y niñas² a los que enseñaban a leer y escribir, pero principalmente fueron para la mujer el lugar donde adquirir cultura, prestigio y libertad.
Muchas abadesas
intercambiaron correspondencia con los grandes prelados de la Iglesia, escribieron
hagiografías, comentarios de textos sagrados y tratados. Monjas y abadesas
ejercieron de maestras, fueron bibliotecarias y copistas que multiplicaron los
textos en sus scriptoria y alcanzaron
un gran nivel cultural que les permitió estar a la altura de los obispos.
EDUCACIÓN Y PODER
En los reinos germánicos, los jóvenes de la élite social eran enviados a las cortes reales para recibir educación militar y cultural. En la Hispania visigoda, el palatium de Toledo no sólo fue el lugar privilegiado para los varones de la aristocracia, sino también jóvenes damas residían y se educaban en la corte.
Las niñas de la nobleza debían aprender tanto las habilidades de costura y bordado como las letras, y para esto último podían estar a cargo de un preceptor en sus casas. No obstante, era usual enviarlas a los monasterios donde les enseñaban a leer y escribir, pero también podían recibir clases de música, aritmética y otras disciplinas de las artes liberales. Muchas de ellas continuarían su vida en el monasterio, pero las jóvenes que quisieran casarse y volver al mundo seglar podían hacerlo.
No
fueron pocas las mujeres de noble cuna
que encargaron y financiaron la copia de libros y la redacción de nuevas obras,
porque además, poseían bibliotecas, solicitaban libros, dedicaban gran parte de
tiempo a la lectura y muchas de ellas, a la escritura de poesía, cartas y
tratados. Asimismo sabemos que las mujeres que permanecieron en el siglo fueron
las transmisoras de la educación de sus
hijos a través de los escritos conocidos como speculum, y algunas encargaron la realización de crónicas históricas para enaltecer su linaje.
El activo papel que tuvieron
las reinas fue decisivo para los destinos
de los reinos bárbaros. Los lazos matrimoniales con mujeres de noble estirpe hacían
posible la entronización de reyes y algunas reinas consortes se convertían en
auténticas reinas de facto.
Muchas nobles hispanorromanas y godas proporcionaron apoyo económico y militar a sus maridos, y
distintas monarcas impusieron la autoridad real y mantuvieron su posición mediante
redes clientelares. Intercambiaban cartas con grandes personalidades de la
época, intervenían en las finanzas y en las luchas de poder, promovían pactos
matrimoniales, ejercían el patronazgo, hacían donaciones y estaban presentes en
las negociaciones de los magnates.
Sabemos, por tanto,
pese a la escasez de fuentes y en las que apenas son nombradas o de forma muy
somera, incluso por referencias indirectas en ocasiones, que las aristócratas
altomedievales fueron instruidas y encontramos varios ejemplos de ello, en este
caso, en la península ibérica.
GOSVINTA, GALSVINTA Y BRUNEQUILDA
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Brunequilda Les Françaises illustres, 1893 |
Una de las reinas
visigodas de mayor protagonismo político fue
Gosvinta,
que mantuvo su influencia a lo largo de tres reinados sucesivos,
incluso durante el de Recaredo (contra quien conspiró), hasta que la reina
murió en el año 589.
Su primer marido fue Atanagildo
(rey entre 554-567), con quien tuvo dos hijas:
Galsvinta y Brunequilda.
Brunequilda (ca. 550-613) nació y se educó en Toledo (capital del
reino visigodo desde Atanagildo), pero fue enviada a Metz para casarse con Sigeberto I,
por lo que se convirtió en reina de Austrasia y actuó de regente en Austrasia y
Borgoña. Al igual que su madre y su hermana, había recibido una buena formación
en la corte toledana, pero se distinguió por ser protectora de las artes y las
letras.
Por la descripción de
Gregorio de Tours en su Historia Francorum
y los versos laudatorios dirigidos a Brunequilda por el poeta y obispo de
Poitiers, Venancio Fortunato, conocemos acerca de los rasgos que eran admirados
en princesas y reinas, y una buena formación cultural era algo que se esperaba de
ellas por el nivel de su cargo, además de determinadas actitudes como la
caridad y la piedad religiosa.
BADDO
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La conversión de Recaredo Antonio Muñoz Degrain, 1888 |
Baddo fue esposa de Recaredo (rey entre 586-601) y aunque ella no era de origen noble se casaron y fue reina de los godos. Participó en el III Concilio de Toledo (589) y firmó junto a su esposo las actas conciliares donde figuraba como Gloriosa regina.
BENEDICTA
La historia de Benedicta se desarrolla a mediados del siglo VII. Benedicta era una joven hispanorromana de origen noble que estaba prometida a un gardingo de la corte real donde ella también residía, pero huyó a Cádiz y allí se puso en contacto con el obispo de Braga, Fructuoso, quien la formó como abadesa y la instruyó en las Sagradas Escrituras mediante el intercambio epistolar, lo que nos indica que, obviamente, sabía leer y escribir.
Entre los
años 841-843 Dhuoda escribió un
manual formativo para su primogénito Guillermo. Esta obra nos permitió conocer mejor el
papel de la mujer de la nobleza carolingia, el nivel educativo y los
conocimientos que tenía esta noble sobre textos sagrados y laicos.
LEODEGUNDIA
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Boda medieval Miniatura de Niccolò da Bologna, 1350
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Leodegundia fue hija del rey Ordoño I de Asturias (850-866) y con motivo
de su boda a mediados del siglo IX con un príncipe de Pamplona se compuso en su
honor un
epitalamio, es decir, un
poema con notación musical o himno nupcial.
El poema ensalza a
esta joven de estirpe real, dejando patente las cualidades intelectuales,
morales y religiosas que se atribuían a las princesas y reinas de la época. Se
trataba de una mujer instruida en las letras sagradas y profanas que, como
otras nobles, sabía latín en su forma culta, y cuya erudición y caridad
se añadían a su belleza física.
MUMADONA DÍAZ
Mumadona Díaz (c.900–968) fue una condesa de la Gallaecia que fundó el monasterio
de Guimarâes en el 950 y enriqueció
su biblioteca con la donación de numerosos libros tanto litúrgicos como no litúrgicos y textos de los padres de la Iglesia.
LA MUJER CULTA DE AL-ÁNDALUS
Los diccionarios biográficos son un género característico de la literatura
árabe que recoge las biografías y obras de los hombres sabios de la sociedad
musulmana, los ulemas, que se
dedicaban a las ciencias religiosas y profanas. No obstante, en estos diccionarios se incluyen las biografías de algunas mujeres de relevancia social, mencionadas fundamentalmente por sus vínculos de parentesco, ya fueran familiares de ulemas, de familias reinantes (hijas de califas, etc.) o porque pertenecieran de otro modo a la corte como las esclavas.
Las niñas de familias distinguidas
crecían en entornos donde predominaba la dedicación al estudio, puesto que los ulemas eran jueces, notarios,
predicadores en las mezquitas, funcionarios de la administración, etc. Por lo
tanto y si así lo consideraban los hombres, algunas jóvenes recibían su
formación de los varones de su entorno familiar. La mujer no podía relacionarse
con otros maestros ni acudir a las clases públicas impartidas en las mezquitas,
mientras que un varón que quisiera formarse ampliamente podía viajar a distintas
ciudades y países a escuchar a otros maestros, así como culminar sus estudios
peregrinando a la Meca.
Las mujeres libres se dedicaron tanto a las
ciencias profanas, es decir, gramática, caligrafía, poesía, medicina, etc., como
a las ciencias religiosas que englobaban el estudio del Corán, jurisprudencia y
todo lo que tuviera que ver con la ley islámica.
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En el harén Juan Giménez Martín, ca. 1895 |
Las esclavas se dedicaban sobre todo a la composición poética, pero también al estudio de la lengua árabe, a las funciones de katiba (secretaria al servicio de su señor o señora) y muchas eran especializadas en caligrafía. Las poetisas y cantoras fueron numerosas porque eran educadas para el entretenimiento de los hombres en los salones palaciegos y las grandes mansiones, cantando, recitando o improvisando poemas.
Muy pocas mujeres se
dedicaron a la enseñanza y menor aún fue el número de discípulas de mujeres. En
cambio, sí podían recibir lecciones de doctos hombres que no fueran familiares
suyos, pero siempre acompañadas de un pariente o detrás de una cortina.
HASSANA AL-TAMIMIYYA
Hassana al-Tamimiyya fue una poeta del siglo VIII nacida en Elvira (Granada), descendiente de un reconocido panegirista andalusí. De ella se
conservan tres poemas que dirigió a los emires al-Hakam I (796-822) y Abd
al-Rahman II (822-852), dos de ellos pidiéndoles ayuda después de que el
gobernador de Elvira no reconociera un mandato de al-Hakam I por el que quedaba
exenta del pago de unos impuestos sobre sus tierras. Una vez resuelto el caso
por Abd al-Rahman II, Hassana le envió otro poema, esta vez de agradecimiento
al emir por su intervención y justicia.
UMM AL-HASAN BINT SULAYMĀN
La historia de esta
mujer es toda una excepción porque estudió con un ulema ajeno a la familia y viajó a la Meca dos veces, algo que aprovechó para continuar sus estudios de hadiz
y jurisprudencia (fiqh), aunque se
destaca que otras seis mujeres de su familia también hicieron la peregrinación.
Umm al-Ḥasan bint Sulaymān pertenecía a una tribu bereber que llevaba tiempo asentada en al-Ándalus y que, al igual que otras tribus bereberes, estaba bastante arabizada. De ella se ha destacado su ascetismo y su talento intelectual, además del hecho de acudir a tomar clases una vez por semana en casa de un prestigioso alfaquí de al-Ándalus, Baqi b. Majlad (ca. 816-889), quien la recibía en solitario para que no se relacionara con otros alumnos.
FADL, ALAM Y QALAM
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El califato de Córdoba en tiempos de Abderramán III Dionisio Baixeras Verdaguer, 1885 |
Fadl, Alam y Qalam (s. IX) se educaron en Medina, pero fueron trasladadas a al-Ándalus como esclavas cantoras. Fueron compradas para Abd al-Rahman II (822-852) junto a otras mujeres y trasladadas al alcázar de Córdoba donde, además de cantoras, fueron especialistas en gramática, literatura árabe, retórica y poesía.
Qalam era de origen norte peninsular (vasca o navarra), pero había sido raptada de joven durante una incursión y enviada a Medina donde fue obligada a estudiar poesía árabe, canto, danza y caligrafía.
LUBNA DE CÓRDOBA
Lubna de Córdoba (siglo X) se distinguió por sus conocimientos en
varios ámbitos. Además de ser buena calígrafa y poetisa entendida en gramática
y métrica árabe, sabía matemáticas. Fue esclava y katiba de al-Hakam II (961-976), dirigió la biblioteca califal de
Córdoba e impulsó la creación de la biblioteca de Medina Azahara junto a un
erudito judío. Se encargó de buscar nuevos libros viajando a otras ciudades del
mundo islámico y de copiar y comentar manuscritos. Murió en el 984 o 986.
RAYHANA
El almocrí³, Abu Amr
al-Dani (981-1053), tuvo como discípula en su residencia de Almería a Rayhana, que estudiaba el Corán separada
de su maestro por una cortina, mientras
éste le indicaba las pausas con una varita. Ella le solicitó licencia para
enseñar (iyaza), pero él no se la
concedió, sin embargo, Rayhana continuó estudiando hasta que la consiguió.
Notas:
¹ Artes liberales:
Trivium: gramática, retórica y dialéctica/lógica.
Quadrivium: aritmética, geometría, música y astronomía.
² Los monasterios también acogían oblatos, que eran niños y niñas donados a la Iglesia, procedentes de familias nobles (que los ofrecían como exvoto) o pobres que se aseguraban de que el niño/a fuera alimentado, vestido y educado, y tuviera, en definitiva, unas buenas condiciones de vida.
³ Lector del Corán en las mezquitas.
Bibliografía y recursos:
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Duby, Georges; Perrot, Michelle (dir.) Historia de las mujeres: La Edad Media. Barcelona: Taurus, 2006, v. 2.
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Sánchez Prieto, Ana Belén. "La educación de la mujer antes del año 1000. ¿Es Dhuoda un caso único?", Educación XX1, Revistas UNED, Madrid: Facultad de Educación, 2010, 13(2), pp. 69-94.
Soto Chica, José. “Un reino por dentro: ejército, legislación, administración, economía, sociedad y cultura”. Los visigodos: hijos de un dios furioso. Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2021, pp. 438-450.
Ubieto Arteta, Antonio. “El matrimonio de la reina Leodegundia”. Medievalista (10), 1992, pp. 451-454.
Wade
Labarge, Margaret. La mujer en la Edad Media. San Sebastián: Nerea, 2003.