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09 septiembre 2023

LA TIERRA ES PLANA, LA TIERRA ES REDONDA (2ª PARTE)


Dios creando el universo
Ilustración de una biblia moralizada, s. XIII
Codex Vindobonenesis, 2554
Dominio público: Wikimedia Commons 


IMAGO MUNDI

A partir del siglo XI, el desarrollo de las universidades en diversas ciudades europeas significó el intercambio de conocimientos entre profesores de las distintas instituciones, la investigación y la difusión de las ciencias clásicas. 
Iluminación de Laurentius de Voltolina 
Liber ethicorum des Henricus de Alemannia, s. XIV
Dominio público: Wikimedia Commons
De esta manera, los argumentos acerca de la esfericidad de la Tierra pasaron a miles de estudiantes y la amplia inclusión de obras sobre filosofía natural hizo que entre los años 1200 y 1500 se tuviera acceso, como nunca antes se había tenido en la cristiandad, a materiales científicos. Bolonia, Oxford, París y Salamanca se convirtieron en las principales receptoras de cultura europeas, y fruto del intercambio y del debate se inició un importante cambio epistemológico. El interés de los pensadores cristianos medievales por el mundo natural dio como resultado importantes contribuciones en los campos de la física, lógica, óptica, mecánica, geografía, geometría, álgebra y cosmografía. Si bien la teología se consideraba fundamental, no otorgaba certezas, por lo que se produjo una renovación del pensamiento y la práctica epistemológica, sometiendo el
corpus aristotelicum a la crítica y a nuevos métodos de estudio. Ahora se buscaba la verificación matemática de los fenómenos de la naturaleza.

En este contexto destacó el franciscano inglés Robert Grosseteste (ca. 1175-1253) que, además de traducir y comentar obras de Aristóteles, aplicó las matemáticas a las ciencias físicas y produjo importantes trabajos de teología, física, astronomía y óptica.

Escultura de Roger Bacon
Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford
Imagen bajo licencia: CC BY-SA 3.0
Su discípulo, Roger Bacon (1214-1292), siguiendo su estela, subrayó la importancia del método experimental y escribió una gran obra titulada Opus Maius que entregó al Papa Clemente IV. Además de sostener la teoría de la esfericidad de la Tierra y que el recorrido que hacía el Sol por la línea de la eclíptica ocasionaba los diferentes climas del planeta, afirmó que el hemisferio sur del planeta estaba habitado, al igual que hizo Alberto Magno (ca. 1200-1280) en su De natura locorum.

También Tomás de Aquino (1225-1274) en su Summa Theologica declaraba la esfericidad terrestre, pero además, para Santo Tomás, un mismo elemento de estudio podía ser abordado desde diferentes ámbitos, por lo que la redondez de la Tierra podía ser demostrada tanto desde resultados matemáticos como físicos. Al fin y al cabo las diferentes ciencias requerían diferentes métodos de actuación y todas eran válidas para la demostración de la verdad sobre una misma cuestión.

En las universidades se estudiaban, sobre todo, las obras de Aristóteles y Ptolomeo, que servían a otros eruditos para escribir tratados astronómicos, entre los que destacó por su enorme influencia el del monje británico Johannes de Sacrobosco (1195-1256), profesor en la Universidad de París. Su obra, De Sphaera Mundi, escrita en la primera mitad del siglo XIII, se convirtió en un libro de texto básico para la enseñanza de astronomía. Sacrobosco conjugó las ideas esenciales de la cosmología aristotélica y de la astronomía matemática ptolemaica, elaborando un manual introductorio a la ciencia astronómica como parte del Quadrivium. Se consideró de lectura obligatoria e indispensable para alcanzar el título de bachiller en muchas universidades europeas. Se sucedieron las traducciones, la imprenta aumentó su difusión y se siguió utilizando como manual hasta finales del siglo XVII.

También en la Universidad de París destacó Jean Buridan (ca. 1293-1358), que revolucionó la física medieval y posibilitó futuros descubrimientos con su teoría del ímpetus. Buridan explicó el movimiento de las esferas celestes al margen de la teoría aristotélica y en cuanto a la esfera terrestre, sostuvo que una parte de ésta estaba cubierta por agua y, por tanto, era densa y pesada, mientras que la parte que sobresalía del agua, alterada por el aire y el calor del sol, era más ligera.

Nicolás Oresme en su escritorio al lado de una esfera armilar
Traité de la sphère; Aristote, De caelo et de mundo
Ilustración, ca. 1410
Dominio público: Wikimedia Commons

Uno de sus discípulos, Nicolás Oresme (ca. 1323-1382), planteó en su Livre du ciel et du monde que la Tierra giraba sobre sí misma y no el cielo (haciendo de ello el aparente movimiento de los astros). Al parecer, su investigación sobre las esferas celestes sobrevino de sus estudios sobre el movimiento y la velocidad de los objetos, e introdujo la representación gráfica del movimiento uniformemente acelerado. Por el uso del método geométrico para dicha representación ha sido considerado por algunos estudiosos como precursor de Descartes y de la geometría analítica. Asimismo, ha sido reconocido como uno de los grandes personajes de la ciencia debido a sus contribuciones al estudio del movimiento de la Tierra y de los fenómenos celestes, equiparándolo a Nicolás Copérnico.

Pero no sólo los polímatas eclesiásticos escribieron acerca del tema. La idea de la redondez de la Tierra estaba presente en libros como la Divina Comedia de Dante (1265-1321), donde describe en varias ocasiones el mundo como una esfera, o el Libro de las maravillas del mundo o Viajes a Tierra Santa y al Paraíso Terrenal (ca.1370), que fue uno de los libros más leídos en Europa entre los siglos XIV y XVI.

En definitiva, el planeta era un globo y así se plasmó también en la representación del poder temporal y del poder divino: el orbe era el símbolo por excelencia de la soberanía de la realeza y de Cristo.

Otón II con orbe y cetro
Miniatura en el Registrum Gregorii, s. X
Dominio público: Wikimedia Commons
Cristo con orbe
Antonello da Messina, 1477
Panel del políptico en:
Santuario dell’Annunziata, Ficarra, Sicilia (Italia)
Dominio públicoWikimedia Commons












En el siglo XV continuaron los trabajos que describían el mundo esférico y se añadían aquellos que mostraban los conocimientos geográficos de la época: la Tabla Oceánica de Toscanelli (1474), Historia rerum ubique gestarum (publicada en 1477) del Papa Pío II, o Imago Mundi (impresa por primera vez en 1483) del eclesiástico Pierre d’Ailly. Estas obras se harían muy populares y llegarían a varios exploradores y navegantes, entre ellos, a Cristóbal Colón.

EL MITO

Ya hemos visto que en el Medievo sabían perfectamente que la Tierra era un globo. Entonces, ¿cómo ha llegado hasta nuestros días que en aquella época pensaban que era plana?

El origen de esta falacia se halla en el siglo XIX, cuando los intelectuales se creían en una superioridad histórico-cultural en el contexto de las corrientes positivistas y evolucionistas inscritas en una sociedad industrializada. En ese clima filosófico y social surgieron las publicaciones apologéticas del progreso para exponer que una civilización moderna debía basarse en la racionalidad y la ciencia, y que sólo las propuestas científicas hacían posible el avance de una sociedad, algo que contrastaba claramente con la época del Medievo. En este marco mental surgió la teoría del conflicto histórico entre ciencia y religión, atribuyendo a la Iglesia católica la promulgación de la noción de la planitud de la Tierra. En definitiva, se popularizó la idea de que la Iglesia había obstaculizado siempre el desarrollo científico y que fue a partir del Renacimiento y la “revolución científica” cuando se pudo pasar del oscurantismo medieval a una cultura moderna. Otros historiadores destacaron que el paso a la modernidad se dio gracias a las gestas de los navegantes que demostraron la redondez de la Tierra y la literatura contribuyó a la expansión del mito. 

Washington Irving
Fotografía de Mathew B. Brady, 1861
Dominio público: Wikimedia Commons
En 1828 se publicó la biografía novelada de Colón que el escritor Washington Irving (1783-1859) tituló Life and Voyages of Christopher Colombus. En ella retrata una sociedad en la que predomina el celo religioso frente a la ciencia, como muestra con la escena en la que el proyecto de Colón es rebatido por algunos de los prelados del Consejo de Salamanca con citas de San Agustín, Lactancio y pasajes de la Biblia. 

Según el historiador Jeffrey Burton Russell, el éxito de esta obra hizo que se difundiera el mito de la creencia medieval en la Tierra plana, cuyo origen se ha situado, además, en el marco de la hostilidad de los protestantes hacia los católicos y las ideas modernistas que emigrantes católicos europeos, ya durante el siglo XIX, llevarían a América, frente a las doctrinas protestantes fundamentalistas. 

Sin duda, en el siglo XIX el anticlericalismo se instaló fuertemente al ver a la Iglesia y la religión como los grandes enemigos del progreso, y eruditos que gozaban de gran prestigio como William Whewell (1794-1866), John William Draper (1811-1882) o Andrew Dickson White (1832-1918), entre muchos otros, expandieron definitivamente el mito.

Whewell, reverendo anglicano, fue filósofo, científico e historiador de la ciencia que utilizó los argumentos de Lactancio y Cosmas Indicopleustes como ejemplos de lo que habría sido la postura oficial en el Medievo. En su obra History of the Inductive Sciences (1837) mostraba con ellos la oposición de la Iglesia al progreso científico.

John William Draper
Fotografía de Edward Bierstadt, ca. 1879
Dominio público: Wikimedia Commons
Por supuesto, Draper, historiador y científico estadounidense, culpó a la Iglesia de la existencia de un conflicto histórico entre ciencia y religión, exponiendo que ceñirse a las Sagradas Escrituras había impedido el avance intelectual y científico. Su obra The History of the Conflict between Religion and Science, publicada en 1874, fue ampliamente difundida, pero en realidad, la obra de Draper es un verdadero discurso anticlerical y anticatólico.

También el estadounidense White presentó a Lactancio y a Cosmas en su A History of the Warfare of Science with Theology in Christendom (1896) como los representantes del terraplanismo en la Edad Media.

Lo cierto es que a finales del siglo XIX, la idea de una errónea cosmovisión medieval se había propagado y se siguió transmitiendo como si fuera una verdad histórica.

CONCLUSIONES

1- El legado clásico pasó a la Edad Media y la noción de la esfericidad terrestre se siguió transmitiendo. No hubo un vacío intelectual entre la Antigüedad clásica y el Renacimiento. El pensamiento cristiano heredó y mantuvo la idea de la redondez de la Tierra y en los principales centros culturales del mundo islámico se traducían al árabe los antiguos textos griegos. Mientras tanto, en el mundo cristiano, las concepciones erróneas de algunos religiosos fueron casos aislados y más próximos a la interpretación literal de las Sagradas Escrituras, pero la Iglesia no enseñaba que la Tierra fuese plana. 

2- Los marineros no tenían miedo de caer por ningún abismo. Sabían que la superficie de la Tierra era curva porque desde los barcos veían surgir las montañas cuando se acercaban a ellas y porque lo primero que veían de otros navíos que se aproximaban era el extremo más alto del mástil. Como atestigua el diario de Colón, lo que temían los marinos era que, puesto que el viaje estaba siendo más largo de lo que les había dicho, no pudieran hacer el viaje de vuelta si el viento seguía soplando hacia el Oeste.

3- La Iglesia no entorpeció el avance cultural y científico. Al contrario. Fomentó la cultura y la investigación. Su interés en la filosofía natural (ciencias naturales) provenía de su interés por entender la obra de Dios. La filosofía natural se convirtió en un importante complemento al servicio de la teología para entender la creación divina y esto espoleó los estudios científicos. Muchos historiadores de la ciencia actuales consideran que los franciscanos a la cabeza de las escuelas de Oxford, París y Bolonia fueron los precursores de la ciencia experimental moderna y que el desarrollo de la “revolución científica” se basó en las contribuciones de los eruditos altomedievales.

Los decimonónicos elevaron a Lactancio y a Cosmas como representantes de la cosmovisión medieval, generalizando unas ideas que, en realidad, no habían tenido repercusión. Recordemos, además, que Cosmas Indicopleustes escribió en griego su Topografía Cristiana y que no fue hasta 1706 cuando este texto se tradujo al latín, por lo que su visión de la Tierra como tabernáculo no pudo influir en la Edad Media.

La versión de una discusión entre Colón y los sabios de Salamanca se divulgó ampliamente. Sin embargo, los informes escritos por Hernando Colón (hijo de Colón) y Bartolomé de las Casas muestran que los hombres que se reunieron con el navegante no sólo sabían sobre la forma de la Tierra, sino que le avisaron de que su circunferencia era mayor de lo que él creía y de que el viaje le llevaría más tiempo de lo que pensaba. Ciertamente, Colón, basándose en datos de Ptolomeo, Toscanelli y Pierre d’Ailly, se equivocó con respecto a la extensión oceánica y la circunferencia terrestre, pero no tuvo que defender su esfericidad.

4- La gesta de Colón no demostró que la Tierra era redonda, sino que había tierras en esa parte del mundo y que estaban habitadas


El globo terráqueo de Martin Behaim
Friedrich Wanderer
Die Stadt Nürnberg als Bewahrerin der Reichskleinodien (detalle)
1895-1901 
Dominio público: Wikimedia Commons

Globo de Martin Behaim, 1492 (antes del descubrimiento de América)
Germanisches Nationalmuseum (Nuremberg)
Imagen bajo licencia CC BY-SA 4.0
Fuente: Wikimedia Commons



BIBLIOGRAFÍA

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García Castillo, Pablo. “Colón y la Ciencia en la universidad de Salamanca”. Revista de Estudios: Monográfico: Salamanca y Colón. 2006, núm. 54, pp. 25-44.

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Irving, Washington. The Life and Voyages of Christopher ColumbusNueva York: G. & G. Carvill, 1828.

Martín Prieto, Pablo. “La tierra plana en la Edad Media: un mito contemporáneo”. Espacio, Tiempo y Forma. Serie III Historia Medieval, 2022, núm. 35, pp. 391-414.

Molina Marín, Antonio Ignacio. “La geografía bizantina: Cosmas Indicopleustes”. Antigüedad y cristianismo: Revista de Estudios sobre Antigüedad Tardía, 2010, núm. 27, pp. 409-422.

Numbers, Ronald L. Galileo fue a la cárcel y otros mitos acerca de la ciencia y la religión. Barcelona: Ediciones de Intervención Cultural, 2010.

Páez-Kano, José Rubén. La esfera de la tierra plana medieval como invención del siglo XIX. Jalisco: ITESO, 2003.

Patriarca, Giovanni.  “La metodología científica de la Escolástica Tardía. De la Escuela Franciscana a la vía moderna”. Carthaginensia, 2017, núm. 63, pp. 91-108.

Rovelli, Carlo. El nacimiento del pensamiento científico: Anaximandro de Mileto. Barcelona: Herder, 2018.

Sáenz-López Pérez, Sandra. “Desmontando mitos sobre la tierra en la Edad Media”. Cuadernos del CEMYR, 2020, núm. 28, pp. 69-96.

Sanz Hermida, José María. “La cartografía en la época de Colón”. Revista de Estudios: Monográfico: Salamanca y Colón. 2006, núm. 54, pp. 57-84.





02 septiembre 2022

DE COLLAR Y DE FE

LAS ÓRDENES SECULARES

Son conocidas las órdenes religioso-militares que se crearon para defender los Santos Lugares, proteger al peregrino a Tierra Santa, asistir a los enfermos y luchar contra paganos y herejes, como también sabemos acerca del activo papel que desempeñaron durante la Reconquista las órdenes de Alcántara (1154), de Calatrava (1157) y de Santiago (1160) en los reinos de León y de Castilla, o la Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama en los territorios de la Corona de Aragón. Pero, ¿qué eran las órdenes seglares?, ¿cómo se originaron?, ¿con qué finalidad?

Preparados para un torneo. Livre des Tournois de René d'Anjou. Dominio público: Wikimedia Commons


ORÍGENES

Los orígenes de las órdenes seglares de caballería se pueden rastrear en las cofradías que participaban en torneos, siendo muy extendidas a partir del siglo XIII.

El estudio de las similitudes entre las órdenes seculares y las cofradías ha permitido deducir que estas últimas fueron las precursoras de las órdenes seglares, teniendo en cuenta además, las diferencias con las órdenes de cruzados. Así, estas agrupaciones laicas de caballeros las conoceremos como órdenes dinásticas, capitulares o de Collar y de Fe. Estas corporaciones tendrán aspectos honoríficos, igualitaristas, religiosos y caritativos, a la vez que destacarán los fastuosos ceremoniales celebrados con la pretensión de poner de nuevo en valor los antiguos valores caballerescos; para ello, fundamentaron su ideología en la literatura caballeresca y, especialmente, en la leyenda artúrica

ÓRDENES SEGLARES DE LOS SIGLOS XIV Y XV

Podemos reconocer tres tipos de asociación caballeresca, considerando el planteamiento del historiador y heraldista Jonathan D’Arcy D. Boulton, que distinguió entre órdenes curiales, órdenes votales y cofradías

Según Boulton eran curiales aquellas compañías que tenían estatutos, celebraban capítulos y eran fundadas por emperadores, reyes o príncipes. 
Las órdenes votales eran corporaciones temporales. Se reunían durante dos años, aunque podían ser renovadas, llegando a convertirse en formaciones semipermanentes, y tenían como propósito principal el cumplimiento de un voto particular o varios. 
Las cofradías eran temporales, tenían estatutos y celebraban capítulos. Los miembros de cada una de ellas elegían a su mandatario. 

Asamblea de la Orden del Creciente
Dominio público: Wikimedia Commons

Las cofradías* se originaron como ligas de caballeros que se juraban amistadlealtad ayuda mutua en los torneos y las guerras (por ejemplo, con los rescates).
Contaban con una provisión de fondos o "caja de socorro", respaldaban el cuidado de ancianos y enfermos e insistían en la observancia religiosa sin estar bajo una regla monástica. Algunas de estas agrupaciones fueron la Compañía de la Hoz, creada en 1391, y la Hermandad del Escudo de San Jorge en 1406. 

Estas congregaciones ya ostentaban sus propias insignias colgadas de un collar y muchas de ellas fueron duraderas. Sus estatutos regulaban la admisión de sus miembros, el funcionamiento de los capítulos o asambleas y de los ceremoniales. Tenían sus propias capillas en iglesias locales donde se decían las misas por los cofrades difuntos y cada cofradía estaba dedicada a un Santo patrón.

En los capítulos se revisaba el comportamiento de los integrantes, se castigaban las faltas al reglamento y las peleas entre compañeros debían ser resueltas ante un árbitro.

Por otra parte, muchas de las antiguas órdenes militares sufrieron un proceso de secularización y a partir del siglo XIV se fundaron numerosas órdenes que impulsaban la búsqueda del honor militar y el reconocimiento formal de sus funciones.

Fundación de la Orden de la Estrella (1351)
 Juan II de Francia
Grandes Chroniques de France

La orden seglar más antigua es la Compañía de San Jorge, cuya creación fue proclamada por el rey de Hungría, Carlos I (Carlos Roberto), en 1325. Le siguieron la Orden de la Banda, fundada por Alfonso XI de Castilla hacia el año 1330; la Orden de la Jarretera, creada por Eduardo III de Inglaterra en 1348; la Orden de la Estrella, fundada en 1351 por el rey Juan II de Francia; la Orden del Nudo, por Luis I de Nápoles en 1352; la Orden de la Hebilla de Oro en 1355 por el emperador Carlos IV (Carlos de Luxemburgo); la Orden de la Espada en 1359 por el rey Pedro de Chipre y la Orden del Collar (o de la Santísima Anunciación) en 1363 por Amadeo VI, conde de Saboya.

Ya en el siglo XV surgen: en 1403 la Orden de la Jarra, fundada por el infante Don Fernando de Antequera (Fernando I de Aragón); la Orden del Dragón en 1408 por el emperador Segismundo de Luxemburgo; la Orden del Toisón de Oro en 1430 por el duque borgoñón Felipe el Bueno; la Orden del Cisne en 1440 por Federico II (elector de Brandeburgo); la Orden del Creciente en 1448 por René d'Anjou y la Orden de San Miguel por Luis XI de Francia en 1469.

Luis XI presidiendo un capítulo de su Orden de San Miguel
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A diferencia de las religioso-militares, estas órdenes
 no hacían votos de pobreza y castidad ni obedecían a una autoridad eclesiástica, sino que ofrecían lealtad a una autoridad secular, se componían de miembros nobles que continuaban su vida seglar y respondían a otro tipo de objetivos que, además de caritativos, eran sociales y políticos.
En su organización interna se plasmaba un igualitarismo basado en el hecho de que todos los miembros compartían un mismo ideal, sin tener en cuenta las diferencias de títulos y riquezas (como en la mesa del rey Arturo). Pero estas agrupaciones aristocráticas respondían también al deseo de consolidación social; de ahí que se presentaran como organizaciones muy selectas, preocupadas por mantener los privilegios y el estilo de vida de la nobleza.

Era requisito indispensable para el ingreso en una orden que el candidato poseyera y demostrara un linaje noble de, al menos, cuatro generaciones, y una vez admitido, algunas órdenes estipulaban que debía armarse caballero en un determinado plazo de tiempo. La propuesta de los posibles candidatos se realizaba en las reuniones capitulares, pero algún nombre podía ser rechazado si el caballero en cuestión era sospechoso de cobardía o traición.** 

Jean Wauquelin presentando sus Crónicas de Hainaut al duque
 Felipe III de Borgoña, fundador de la Orden del Toisón de Oro.
Miniatura atribuida a Rogier van der Weyden, ca. 1448.
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Pero además, dado el carácter cristiano de la caballería, algunas de las órdenes más prestigiosas quisieron revivir el ideal de cruzada. Algunas de ellas fueron: la Orden de la Espada (de Pedro de Chipre), la Orden de la Estola y la Jarra (de Alfonso V de Aragón), la Orden del Barco (del noble Carlos de Durazzo) y la Orden del Toisón de Oro (de Felipe III de Borgoña).

Otro ejemplo del deseo de pervivencia de los ideales caballerescos fue la Orden de la Dame Blanche à l’Écu Vert (1399) del mariscal Boucicaut, una orden votal que se propuso principalmente la defensa del honor y la protección de las mujeres, comprometiéndose durante cinco años al servicio de las damas, pero también al auxilio de todo aquel que lo necesitara.

Felipe II con el manto y el collar de la
Orden del Toisón de Oro
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En cuanto a las órdenes curiales debemos destacar que surgieron para la creación de alianzas y de un entorno fiel a un soberano, formándose un círculo elitista cuyos principales objetivos respondían a las necesidades políticas, diplomáticas y propagandísticas de los reyes y príncipes europeos. 
Los fastuosos ceremoniales, ropajes y emblemas destacaban el prestigio de la orden, por lo que insignias, collares y libreas se convirtieron en los símbolos de las órdenes más importantes.
Desde su fundación, una orden quedaba unida a su Jefe por medio del emblema, y ese distintivo podía continuar bajo otra dinastía; por tanto, cada orden no tenía una vinculación territorial, sino con el jerarca de la corporación, manteniéndose una concepción sucesoria.
El caballero que ingresaba en una orden curial quedaba ligado al Gran Maestre por un juramento de fidelidad, hecho que implicaba renunciar a cualquier otra compañía que pudiera comprometer su lealtad, y en algunas, como la Orden del Toisón de Oro, estaba obligado a ostentar las insignias todo el año, menos en campaña de guerra o en un viaje muy largo y pesado. Con respecto al mandatario, éste podía aceptar el collar o insignia de otra orden, por lo que la exhibición de un determinado collar o emblema por parte de un Gran Maestre significaba su amistad diplomática con otro.

LAS RAZONES DETRÁS DEL ESPLENDOR DE LAS CEREMONIAS

Algo que nos llama la atención de las órdenes seculares es, ciertamente, el esplendor de los rituales y ceremonias que realizaban. Procesiones, capítulos, banquetes, torneos, justas y votos solemnes daban sentido a esta caballería bajomedieval. Un ejemplo lo vemos en la Orden de la Estrella, cuando en su fiesta anual instituían una mesa de honor para los tres caballeros que hubieran realizado los hechos de armas más importantes durante el año. Por otra parte, muchas órdenes habían determinado que se escribieran las mejores hazañas de los caballeros en un “libro de aventuras” y podían aumentar el adorno de sus insignias con piedras preciosas por la misma razón. A todo ello debemos añadir la teatralidad de los pasos de armas, las tablas redondas o la jura de votos*** (algo que podía ser tan singular como pronunciar los votos sobre un ave).

Trajes de la Orden del Toisón de Oro. Del Códice sobre la Orden.
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Sin embargo, es importante entender que detrás de todo el boato que envolvía a estas asociaciones subyacían unos objetivos serios y honorables. Todos los emblemas, la suntuosidad de los ritos y de sus vestimentas tenían como finalidad señalar el valor militar, la lealtad y la importancia de sus compromisos para con la sociedad. La valentía y el servicio fiel continuaron siendo los pilares del caballero, mientras la heráldica mostraba el honor obtenido por sus loables actos. Todos los signos externos de ostentación eran la manifestación de sus valores y de la justa recompensa por sus logros; por eso, lo que a nuestros ojos parece frivolidad, exageración y extravagancia, era en realidad, la expresión de una ética que reflejaba la respetabilidad que merecían por sus elevados propósitos y, aunque unos caballeros pronunciaran sus votos sobre un faisán, lo hacían con la solemnidad que sus ideales requerían. Así, órdenes y hermandades laicas se valieron de las lujosas vestimentas, las grandes celebraciones y los modelos épicos para expresar la magnitud de sus responsabilidades y la reputación ganada. 
Valorhonorlealtadgenerosidad y cortesía continuaron siendo valores vigentes en una nobleza que, si bien fue cada vez más un instrumento en manos de las monarquías, fue fiel a los principios de la caballería en las postrimerías de la Edad Media.

 Notas:

*La primera referencia a las cofradías la encontramos en un canon del concilio de Aviñón (1326) donde se explica que se reunían una vez al año en algún lugar fijado de antemano, celebraban convenciones y se juraban apoyo mutuo contra el enemigo. También se alude a la vestimenta, que era para todos igual, a los distintivos o insignias y a la elección de un Jefe a quien todos juraban obedecer (Mansi, Concilia, XXV, pp. 763-764).

**Si un caballero había huido de una batalla, aunque estuviera perdida, no podía entrar en una orden y si ya estaba en ella, era expulsado.

***Las justas se hicieron muy populares entre los caballeros, ya que podían destacar individualmente y esto estaba en relación directa con el deseo de gloria personal, pero el torneo no desaparece. Justas y torneos se vuelven fastuosos y ritualistas. Una variante del torneo era la Tabla Redonda, una actividad que consistía en un concatenamiento de justas donde los caballeros se hacían llamar como los paladines del ciclo artúrico y realizaban diferentes retos. Aparece documentada por primera vez en Chipre en 1223 por el cronista Felipe de Novara, cuando informa sobre la celebración de un torneo de este tipo con motivo de la investidura de armas de un hijo del cruzado Jean d'Ibelin. 

Respecto a los votos, tenían que ver, normalmente, con un hecho de armas, por ejemplo, un caballero juraba no sentarse para comer o llevar un ojo tapado hasta haber luchado en una cruzada o en una determinada guerra.  

Los votos también estaban relacionados con el amor cortés, puesto que rendir honores a una dama y hacerse digno de ella espoleaba la valentía del caballero para lograr sus hazañas bélicas. 


BIBLIOGRAFÍA

Ceballos-Escalera y Gila, Alfonso. La Insigne Orden del Toisón de Oro. Madrid: Palafox y Pezuela, 2000.

Dacre Boulton, D'Arcy Jonathan. The Knights of the Crown: The Monarchical Orders of Knighthood in Later Medieval Europe, 1325-1520. Woodbridge: Boydell, 1987.

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