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20 abril 2025

EL CASTILLO DE CORNELLÁ DE LLOBREGAT


A los cornellanenses de toda la vida y a los que quieren conservar el legado de la ciudad. 


Vista fachadas oeste y sur
Foto: Crónicas de Gea, 2025


LA CIUDAD

Cornellá/à es un municipio contiguo a Barcelona, situado en el margen izquierdo del río Llobregat, en la comarca del Baix Llobregat.
Esta localidad se remonta a una fundación romana, cuando se estableció una villa (vilae) dedicada a la producción de vino y cuyo nombre deriva del antropónimo latino Cornelius que, según algunos autores, debió ser un propietario de la antigua villa.

Dibujo de Cornellà con el castillo al fondo
Autor: Miquel Marigó i Majà, 1891

Las excavaciones arqueológicas realizadas en el casco antiguo de esta población en los años 1928, 1995, 1998 y 2009, evidenciaron la importancia de su centro histórico¹, ya que se constató que hubo un continuo poblacional desde la época romana alto-imperial (I-III d.C.). 

Hacia el siglo VI se construyó una pequeña iglesia que se amplió en el siglo X, y a principios del XI este primigenio núcleo poblacional se erigió en parroquia, pero fue a lo largo del siglo XIII cuando se produjo su expansión con el establecimiento de casas y masías de forma dispersa en torno al castillo.

A partir del siglo XIII Cornellá estaba bajo la jurisdicción² de los reyes de la Corona de Aragón y del Consejo de Ciento, formado por eminentes ciudadanos de Barcelona y, por ende, el castillo pasaba a manos de la burguesía barcelonesa (funcionarios, cortesanos, mercaderes, etc.).

 EL CASTILLO

Situado en un pequeño cerro en la zona sur del municipio, el castillo dominaba un amplio sector del curso bajo del Llobregat.

Vista de la fachada principal y de la iglesia al fondo (s.f.)
(ca. 1900)
El edificio es de planta cuadrada, construido en piedra y tapial con dos torres cuadradas en la fachada principal y tres pisos de altura.

Puerta de la antigua capilla
y a la derecha 
puerta pequeña tapiada.
Foto propia, 2025
La planta baja cuenta con un 
patio central y a su alrededor se distribuía la cocina, la capilla y la bodega.
 
Falta la torre del homenaje que pudo haber estado en uno de los ángulos del patio. Sin embargo, podemos ver la escalera de piedra que da acceso al primer piso. A los pies de esta escalera estaba la capilla y en el dintel de su puerta se conserva el bajorrelieve de un ángel que lleva en sus manos una cinta con las iniciales de Jesucristo.

Ángel sobre dintel
Foto propia
El arquitecto y autor de un artículo sobre el castillo en 1916, Puig i Gairalt, al describir el patio, hacía referencia a una leyenda popular y era que la pequeña puerta existente junto a la capilla daba a un camino subterráneo secreto por el que escapaban los señores del castillo en caso de peligro.

Almazara
Foto propia
En el primer piso, el comedor estaba presidido por una gran chimenea con escaños a sus lados (Gelabert, p. 124) y en la primera planta también se hallaban diversas habitaciones y salones para familiares y huéspedes del señor. 

Una gran sala de 13 x 6 metros debió ser el lugar de reuniones, fiestas y actos importantes, sirviendo como sala de armas y de recepciones.

La cocina estaba abajo, pero se comunicaba con el comedor por una escalera interior.

En el segundo piso se abrió una galería con arcos y en la fachada sur se destacan las ventanas góticas geminadas, las aspilleras y el almenado de las torres.

Vista anexos del castillo (s.f.)

Actualmente podemos ver en la planta baja una almazara y un silo o lagar recubierto en su interior por baldosines cerámicos, pero las construcciones y dependencias adosadas al castillo han desaparecido.

HALLAZGOS

En el año 1992 el Ayuntamiento de Cornellá adquirió el castillo, pero al iniciar las obras de restauración en 1993 surgieron importantes hallazgos de interés arqueológico, llevando esto a las excavaciones de urgencia en 1995 y 1998 tanto en el exterior como en el interior del castillo.
Cerámica siglo XV
Foto propia

Por los resultados sabemos que hubo una ocupación continuada, reflejada en las numerosas reparaciones de los muros y los distintos niveles de relleno con material cerámico de distintas épocas³.

En las intervenciones se encontraron partes de estructuras anejas al edificio, partes de muros en paralelo a los actuales, una cisterna adosada a uno de los muros del castillo, pavimento medieval en el interior del patio (siglo XIV) y un muro en la parte exterior norte que tenía la función de fosado del castillo y que correspondería a los siglos XIV-XV.

Tramo del hipogeo
También se descubrió 
un túnel⁴ excavado en el subsuelo, que partía de la fachada norte y avanzaba en dirección noreste en un recorrido zigzagueante de 30 metros. 
En su interior se observan las señales de su excavación con un pico, hornacinas a modo de estantes y bancos para sentarse y desde donde hicieron varios grabados en el techo (líneas, círculos, aspas, cruces y diversas formas geométricas), pero también en las paredes y entre los cuales se destaca el dibujo de un calvario.

Esta es la galería subterránea a la que se refería Puig i Gairalt, pero no tenía salida y lo más probable es que sirviera de refugio en caso de peligro momentáneo como una guerra o una persecución (Gómez, p. 58).

Calvario grabado en una pared del hipogeo
Según las conclusiones de las intervenciones arqueológicas, el castillo se habría iniciado a finales del siglo XIII o principios del XIV, tras el derrumbe de alguna estructura anterior de la que aprovecharon los materiales precedentes para nivelar varias zonas del exterior, así como diferentes zonas del patio (Joan García y Mercedes Serrano, 1995, p. 23).


ORÍGENES

En el año 801 Carlomagno conquista Barcelona y la frontera del imperio carolingio se establece en la línea del río Llobregat, convirtiéndose así Cornellá, al igual que todas las localidades de ambas riberas del río, en zona fronteriza con los sarracenos durante los siglos IX y X, y se expande la construcción de torres defensivas.

No obstante, más allá del siglo XIII no tenemos claro el pasado de este castillo, ya que pudo ser en origen una torre defensiva que derivara en castillo o bien un primitivo tipo de fortaleza con guarnición militar permanente que daba refugio a los payeses de alrededor. 

Castillo de Cornellá, ad quem 1916
Autor: Puig Gairalt, Ramón
Fuente: Arxiu Fotogràfic Centre Excursionista de Catalunya

En cualquier caso, pudo ser una construcción erigida encima de otra anterior o una construcción de nueva planta al margen de otra, una turris⁵ existente en Cornellá.

Una referencia escrita que se ha conservado sobre el castillo, es una concordia del año 1204 que zanjaba una disputa entre el señor y el rector de la parroquia por el reparto de las contribuciones o diezmos. En dicho documento se cita esta fortaleza como “castillo nuevo”, aludiendo al cobro de medio diezmo de la parroquia en el año 1026, por lo que algunos autores han propuesto que hubo un castillo anterior en el mismo emplazamiento (Ortolà, p. 20).

De todos modos, en documentación del siglo XIII (Ortolà, p. 21) aparece una fortificación al margen del castillo y según algunos autores, la terminología “castillo nuevo” no tenía por qué referirse a una nueva edificación, sino que podían emplear el mismo término para referirse a dos construcciones similares en la misma localidad (Gómez, 1994, p. 6).


EVOLUCIÓN Y FUNCIONES

Después de la destrucción y el saqueo de Barcelona por Almanzor en el año 985, la zona del Llobregat se reorganizó y a partir del siglo XI la propiedad de la tierra quedó concentrada en una serie de propietarios: miembros de la nobleza feudal (caballeros), eclesiásticos y burgueses de la ciudad condal.
 
En cuanto al castillo, con el avance de la frontera cristiana perdió su función defensiva y pasó a convertirse en una masía fortificada que sería el centro de una explotación agrícola.

Algunos historiadores, como los hermanos Fernández Trabal, han afirmado que durante los siglos XI y XII se formaron numerosos señoríos laicos de este estilo, es decir, domus o casas fortificadas y que, en este caso, una de estas construcciones habría dado origen al castillo de Cornellá. De cualquier modo, lo cierto es que en la documentación medieval se alude a la Casa de Cornellá y así hasta el siglo XV.

Durante el siglo XII estuvo en manos de la familia de los Granera hasta que en el siglo XIII Bernat de Granera lo vendió a la Corona y desde entonces pasaron a ser propietarios del castillo y sus tierras distintos linajes burgueses de Barcelona que tuvieron un papel fundamental en el movimiento repoblador y con ello el crecimiento del antiguo núcleo cornellanense.

Galería de solana
Foto propia

Los señores del castillo entregaban parcelas de su dominio a familias campesinas con la obligación de construir casa y plantar viña en las tierras cedidas. A cambio, el campesinado debía pagar en moneda, en especie o con prestación de servicios al señor.

Algunas de las familias que impulsaron el poblamiento fueron los Malloll seguidos de los Masseguer, y sabemos por un documento notarial del año 1372, realizado a petición de Macià Masseguer, que el castillo poseía 5 masías, 26 casas, 102 campos de cereales, 61 viñas, 10 huertos y un prado (Serrano, 1998, p. 9).

Fue entonces, entre el siglo XIII y principios del XIV, cuando se origina el castillo con la creación de un edificio cuadrangular, con torres en sus ángulos, aspilleras, almenados y matacanes. El castillo era en esa época más un símbolo de poder señorial y disuasorio que un elemento defensivo y, aunque mantenía la funcionalidad militar, su función principal era la de administrar la explotación agrícola que le proporcionaba unos censos agrarios.

Vista general del patio
Foto: Raül Costal, 2023
A lo largo de los siglos XIV-XV adquiere un aspecto de castillo-palacio. Se abren grandes ventanales y ventanas geminadas (de medio punto y trilobuladas), se modifican los edificios del recinto y el espacio que queda entre ellos conforma un patio rectangular.

En el siglo XV, durante la guerra civil catalana (1462-1472), el castillo fue confiscado a Joan de Ribes por la Diputación del General y entregado al capitán Manaut de Guerri, capitán de las tropas de la Diputación en el Llobregat. Con esa donación al capitán, aparece en la documentación como “castillo” la denominada hasta entonces “Casa de Cornellá”. (Serrano, p, 9).

Grifo en posición rampante
Símbolo heráldico de los Ribes
Foto propia
Tras la guerra, el castillo vuelve a manos de la familia
Ribes y una de sus miembros, Adriana de Ribes, fue la propietaria hasta 1570 (fecha de su muerte) y la única que residió en él durante largas temporadas.

A ella se le han atribuido importantes modificaciones que transformaron el conjunto en una casa-palacio que seguía los aspectos del gótico civil tardío y trazos renacentistas, con la redefinición del patio en forma cuadrangular, la construcción de la escalinata de piedra que da acceso al primer piso, un gran arco a la entrada del patio central y una capilla, así como algunas figuras escultóricas que incluyen escudos heráldicos.

En el siglo XVII pasó a los Cruïlles i Rajadell de Peratallada, pero el castillo llegó a un estado ruinoso hasta que en 1666 fue vendido a Baltasar Oriol i Marcer.

Este aristócrata barcelonés, animado a invertir en tierras agrícolas, compró el lote que incluía el castillo y puso a cultivar todas las tierras. Además reparó fachadas, los interiores y el patio e introdujo elementos para la explotación agrícola, como el silo para almacenar cereal y la almazara de aceite o vino ubicados en la planta baja.

Ventanas geminadas
Foto propia
A finales del siglo XVIII pasó a los Via i Puig que efectuaron en el siglo XIX una loada restauración que imitaba el estilo medieval con elementos neogóticos y añadieron una galería de solana en el ala nordeste de la segunda planta.

El castillo estuvo en manos de esta familia hasta que sus propiedades fueron embargadas para pagar a los acreedores y el castillo vendido en pública subasta a principios del siglo XX.

La mayor parte de las tierras fueron compradas por agricultores y fue casa de payés con uso agrícola y ganadero hasta que en 1992 lo compró el Ayuntamiento.

Actualmente se ubica allí el Archivo Histórico de Cornellá, entre otras entidades municipales. La planta baja alberga una exposición permanente sobre la historia del núcleo histórico y exposiciones temporales, así como actividades socioculturales abiertas al público.


Bodega
Autor: Ramon Puig Gairalt, ad quem 1916
Fuente: Arxiu Fotogràfic Centre Excursionista de Catalunya


Vista del interior
Autor: Jordi Contijoch, 1993


Arco apuntado en primer término
Foto propia, 2025


NOTAS

¹ Las excavaciones de los años 1928 y 2009-2010 se efectuaron alrededor del Ayuntamiento y de la iglesia Santa María donde los restos más antiguos que se hallaron fueron: dos columnas prerrománicas con capiteles corintios de influencia califal, mosaico romano, pavimento de opus testaceum, sepulturas de tegulae o tejas romanas, varios tramos de muro de los siglos I-III, numerosos silos, dos fosas de maniobras para el prensado de vino y fragmentos cerámicos de la misma época. Todo ello permitió deducir la existencia de una villa romana en toda esa área del centro histórico.


² Pero el castillo fue desde siempre causa de conflictos y mantener la jurisdicción no era fácil. Cornellá aparece ya en documentación del siglo XI como territorio de Barcelona, y la aristocracia militar que controlaba los castillos se rebelaba contra el poder de los condes-reyes de la Casa de Barcelona. 


³ Por una parte, los muros mostraron una cimentación característica de los siglos XIII-XIV. Por otra parte, en el patio se documentaron niveles de relleno con material de época ibérica y romana que iría de los siglos III a.C. al III d.C. (Mercedes Serrano, 1998, p. 36).
En cuanto al foso, sus niveles de relleno presentaron gran cantidad de material cerámico correspondiente a los siglos XIV, XV y XVI entre la que se halló vajilla decorada en azul, verde-manganeso y reflejos dorados de producción catalana, valenciana e italiana, y se ha estimado que por la calidad de la cerámica debió de ser la que usaban los señores del castillo. (Serrano, 1998, p. 33).


El hipogeo fue excavado entre los siglos XIV-XV, y en el siglo XVIII los moradores del castillo incorporaron una pequeña puerta junto a la capilla del patio e hicieron un pasillo descendente hasta la entrada del túnel. La entrada fue tapiada posteriormente, pero el hipogeo salió a la luz en el año 1993, en el curso de las obras iniciadas por la empresa municipal EMDUCSA.
Se barajaron diversas opciones sobre su uso, ya que pudo utilizarse como prisión, como almacén de víveres y como refugio temporal. Se determinó que habría servido como estancia temporal y como almacén uno de sus tramos.

Sabemos que en 1239 una mujer llamada Berenguela vendió a la Pia Almoina (“Pía Limosna”), institución eclesiástica benéfica de Barcelona, una turris situada en Cornellá, pero, dada la polisemia de la época, podía referirse a un castillo, una torre de defensa o una masía fortificada. (Gómez, p. 6 y p. 176). En cualquier caso, era una estructura defensiva que existía además del castillo.


BIBLIOGRAFÍA

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FERNÁNDEZ TRABAL, Joan. Retalls d’Història de Cornellà: la nostra història a través dels seus documents. Crònica de Cornellà, 9, 1994.

GARCIA TARGA, Joan; SERRANO MÍNGUEZ, Mercedes. Memoria de excavación del Castell de Cornellà. Barcelona: Direcció General del Patrimoni Cultural, 1995. Disponible en: <https://calaix.gencat.cat/handle/10687/8321#page=1>

GARCIA TARGA, Joan. “Resultados de los trabajos arqueológicos y de adecuación patrimonial en Cornellá de Llobregat (Barcelona) 2009-2010”. Arqueología, 2011, número 361, pp. 54-63. ISSN: 0212-0062.

GELABERT I FIET, Eduard. Cornellà de Llobregat: Història, Arqueologia, Folklore. Barcelona: AGM, 1973.

GÓMEZ GARCÍA, Alberto. Memoria científica del estudio de paramentos y documentación arqueológica del Castillo de Cornellà. Barcelona: Direcció General del Patrimoni Cultural, 1994. Disponible en: <https://calaix.gencat.cat>

GUTIÉRREZ ORTOLÀ, Gregorio [et al.]. Cornellà de Llobregat: estudis d’història. Ayuntamiento de Cornellà, 1986.

PUIG I GAIRALT, Ramon. "El Castell de Cornellà". Butlletí del Centre Excursionista, vol. 26, núm. 263, desembre 1916. Dipòsit digital de la UAB: <https://ddd.uab.cat/record/27613>

SERRANO MÍNGUEZ, Mercedes. Castell de Cornellà. Barcelona: Direcció General del Patrimoni Cultural, 1998. Disponible en: https://calaix.gencat.cat




09 septiembre 2023

LA TIERRA ES PLANA, LA TIERRA ES REDONDA (2ª PARTE)


Dios creando el universo
Ilustración de una biblia moralizada, s. XIII
Codex Vindobonenesis, 2554
Dominio público: Wikimedia Commons 



IMAGO MUNDI

A partir del siglo XI, el desarrollo de las universidades en diversas ciudades europeas significó el intercambio de conocimientos entre profesores de las distintas instituciones, la investigación y la difusión de las ciencias clásicas. 

En la universidad
Iluminación de Laurentius de Voltolina 
Liber ethicorum des Henricus de Alemannia, s. XIV
Dominio público: Wikimedia Commons
De esta manera, los argumentos acerca de la esfericidad de la Tierra pasaron a miles de estudiantes y la amplia inclusión de obras sobre filosofía natural hizo que entre los años 1200 y 1500 se tuviera acceso, como nunca antes se había tenido en la cristiandad, a materiales científicos.

Bolonia, Oxford, París y Salamanca se convirtieron en las principales receptoras de cultura europeas, y fruto del intercambio de textos, de las clases otorgadas por algunos profesores que viajaban a diferentes universidades y del debate intelectual, se inició un importante cambio epistemológico. 

El interés de los pensadores cristianos medievales por el mundo natural dio como resultado importantes contribuciones en los campos de la física, química, geografía, óptica, mecánica, geometría, álgebra y cosmografía. 

Si bien la teología se consideraba fundamental, no confería certezas, por lo que se produjo una renovación del pensamiento y la práctica epistemológica, sometiendo el corpus aristotelicum a la crítica y a nuevos métodos de estudio. Ahora se buscaba la verificación matemática de los fenómenos de la naturaleza.

En este contexto destacó el franciscano inglés Robert Grosseteste (ca. 1175-1253) que, además de traducir y comentar obras de Aristóteles, aplicó las matemáticas a las ciencias físicas y produjo importantes trabajos de teología, física, astronomía y óptica.

Escultura de Roger Bacon
Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford
Imagen bajo licencia: CC BY-SA 3.0
Su discípulo, Roger Bacon (1214-1292), siguiendo su estela, subrayó la importancia del método experimental y escribió una gran obra titulada Opus Maius
Además de sostener la teoría de la esfericidad de la Tierra y que el recorrido que hacía el Sol por la línea de la eclíptica ocasionaba los diferentes climas del planeta, afirmó que el hemisferio sur del planeta estaba habitado, al igual que hizo su coetáneo Alberto Magno (ca. 1200-1280) en su De natura locorum.

También Tomás de Aquino (1225-1274) en su Summa Theologica declaraba la esfericidad terrestre, pero además, para Santo Tomás, un mismo elemento de estudio podía ser abordado desde diferentes ámbitos, por lo que la redondez de la Tierra podía ser demostrada tanto desde resultados matemáticos como físicos. Al fin y al cabo las diferentes ciencias requerían diferentes métodos de actuación y todas eran válidas para la demostración de la verdad sobre una misma cuestión.

En las universidades se estudiaban, sobre todo, las obras de Aristóteles y Ptolomeo, que servían a otros eruditos para escribir tratados astronómicos, entre los que destacó por su enorme influencia el del monje británico Johannes de Sacrobosco (1195-1256), profesor en la Universidad de París. 

Su obra, De Sphaera Mundi, escrita en la primera mitad del siglo XIII, se convirtió en un libro de texto indispensable en la enseñanza y se consideró de lectura obligatoria para alcanzar el título de bachiller en muchas universidades europeas. Sacrobosco conjugó las ideas esenciales de la cosmología aristotélica y de la astronomía matemática ptolemaica, elaborando un verdadero manual introductorio a la astronomía. A partir de la segunda mitad del siglo XV, con la invención de la imprenta, aumentó su difusión se siguió utilizando como manual básico hasta finales del siglo XVII.

También en la Universidad de París destacó Jean Buridan (ca. 1293-1358), que revolucionó la física medieval y posibilitó futuros descubrimientos con su teoría del ímpetus. En cuanto a la esfera terrestre, sostuvo que una parte de ésta estaba cubierta por agua y, por tanto, era densa y pesada, mientras que la parte que sobresalía del agua, alterada por el aire y el calor del sol, era más ligera.

Nicolás Oresme en su escritorio al lado de una esfera armilar
Traité de la sphère; Aristote, De caelo et de mundo
Ilustración, ca. 1410
Dominio público: Wikimedia Commons

Uno de sus discípulos, Nicolás Oresme (ca. 1323-1382), planteó en su Livre du ciel et du monde que la Tierra giraba sobre sí misma y no el cielo (haciendo de ello el aparente movimiento de los astros)

Oresme ha sido reconocido como uno de los grandes personajes de la ciencia debido a sus contribuciones al estudio del movimiento de la Tierra y de los fenómenos celestes, equiparándolo a Nicolás Copérnico, así como precursor de Descartes por su método geométrico y sus estudios sobre el movimiento y la velocidad de los objetos.

Pero no sólo los polímatas eclesiásticos escribieron acerca del tema. La idea de la redondez de la Tierra estaba presente en libros como la Divina Comedia de Dante (1265-1321), donde describe en varias ocasiones el mundo como una esfera, o el Libro de las maravillas del mundo o Viajes a Tierra Santa y al Paraíso Terrenal (ca.1370), que fue uno de los libros más leídos en Europa entre los siglos XIV y XVI.

En definitiva, el planeta era un globo y así se plasmó también en la representación del poder temporal y del poder divino: el orbe era el símbolo por excelencia de la soberanía de la realeza y de Cristo.

Otón II con orbe y cetro
Miniatura en el Registrum Gregorii, s. X
Dominio público: Wikimedia Commons
Cristo con orbe
Antonello da Messina, 1477
Panel del políptico en:
Santuario dell’Annunziata, Ficarra, Sicilia (Italia)
Dominio públicoWikimedia Commons












En el siglo XV continuaron los trabajos que describían el mundo esférico y se añadían aquellos que mostraban los conocimientos geográficos de la época: la Tabla Oceánica de Toscanelli (1474), Historia rerum ubique gestarum (publicada en 1477) del Papa Pío II, o Imago Mundi (impresa por primera vez en 1483) del eclesiástico Pierre d’Ailly. Estas obras se harían muy populares y llegarían a varios exploradores y navegantes, entre ellos, a Cristóbal Colón.

EL MITO

Ya hemos visto que en el Medievo sabían perfectamente que la Tierra era un globo. Entonces, ¿cómo se creó el bulo de que en aquella época pensaban que era plana?

El origen de esta falacia se halla en el siglo XIX, cuando los intelectuales se creían en una superioridad histórico-cultural en el contexto de las corrientes positivistas y evolucionistas inscritas en una sociedad industrializada, es decir, con un importante empuje tecnológico. Así, en ese clima filosófico y social, surgieron las publicaciones apologéticas del progreso para exponer que una civilización moderna debía basarse en la racionalidad y la ciencia, y que sólo las propuestas científicas hacían posible el avance de una sociedad, algo que contrastaba claramente con la época medieval. 

Fue entonces cuando surgió la teoría del conflicto histórico entre ciencia y religión, atribuyendo a la Iglesia católica la promulgación de la noción de la planitud de la Tierra. En definitiva, se popularizó la idea de que la Iglesia había obstaculizado siempre el desarrollo científico y que durante el Renacimiento y la “revolución científica” se pudo pasar del oscurantismo medieval a una cultura moderna. Otros historiadores destacaron que el paso a la modernidad se dio gracias a las gestas de los navegantes que demostraron la redondez de la Tierra y la literatura contribuyó a la expansión del mito. 

Washington Irving
Fotografía de Mathew B. Brady, 1861
Dominio público: Wikimedia Commons
En 1828 se publicó la biografía novelada de Colón que el escritor Washington Irving (1783-1859) tituló Life and Voyages of Christopher Colombus. En ella retrata una sociedad en la que predomina el celo religioso frente a la ciencia, como muestra con la escena en la que el proyecto de Colón es rebatido por algunos de los prelados del Consejo de Salamanca con citas de San Agustín, Lactancio y pasajes de la Biblia. 

Según el historiador Jeffrey Burton Russell, el éxito de esta obra hizo que se difundiera el mito de la creencia medieval en la Tierra plana, cuyo origen se ha situado, además, en el marco de la hostilidad de los protestantes hacia los católicos y las ideas modernistas que emigrantes católicos europeos, ya durante el siglo XIX, llevarían a América, frente a las doctrinas protestantes fundamentalistas. 

Sin duda, en el siglo XIX el anticlericalismo se instaló fuertemente al ver a la Iglesia y la religión como los grandes enemigos del progreso, y eruditos que gozaban de gran prestigio como William Whewell (1794-1866), John William Draper (1811-1882) o Andrew Dickson White (1832-1918), entre muchos otros, expandieron definitivamente el mito.

Whewell, reverendo anglicano, fue filósofo, científico e historiador de la ciencia que utilizó los argumentos de Lactancio y Cosmas Indicopleustes como ejemplos de lo que habría sido la postura oficial en el Medievo. En su obra History of the Inductive Sciences (1837) mostraba con ellos la oposición de la Iglesia al progreso científico.

John William Draper
Fotografía de Edward Bierstadt, ca. 1879
Dominio público: Wikimedia Commons
Por supuesto, Draper, historiador y científico estadounidense, culpó a la Iglesia de la existencia de un conflicto histórico entre ciencia y religión, exponiendo que ceñirse a las Sagradas Escrituras había impedido el avance intelectual y científico. Su obra The History of the Conflict between Religion and Science, publicada en 1874, fue ampliamente difundida, pero en realidad, la obra de Draper es un verdadero discurso anticlerical y anticatólico.

También el estadounidense White presentó a Lactancio y a Cosmas en su A History of the Warfare of Science with Theology in Christendom (1896) como los representantes del terraplanismo en la Edad Media.

Lo cierto es que a finales del siglo XIX, la idea de una errónea cosmovisión medieval se había propagado y se siguió transmitiendo como si fuera una verdad histórica.

CONCLUSIONES

1- El legado clásico pasó a la Edad Media y la noción de la esfericidad terrestre se siguió transmitiendo. No hubo un vacío intelectual entre la Antigüedad clásica y el Renacimiento. El pensamiento cristiano heredó y mantuvo la idea de la redondez de la Tierra y en los principales centros culturales del mundo islámico se traducían al árabe los antiguos textos griegos. Mientras tanto, en el mundo cristiano, las concepciones erróneas de algunos religiosos fueron casos aislados y más próximos a la interpretación literal de las Sagradas Escrituras, pero la Iglesia no enseñaba que la Tierra fuese plana. 

2- Los marineros no tenían miedo de caer por ningún abismo. Sabían que la superficie de la Tierra era curva porque desde los barcos veían surgir las montañas cuando se acercaban a ellas y porque lo primero que veían de otros navíos que se aproximaban era el extremo más alto del mástil. Como atestigua el diario de Colón, lo que temían los marinos era que, puesto que el viaje estaba siendo más largo de lo que les había dicho, no pudieran hacer el viaje de vuelta si el viento seguía soplando hacia el Oeste.

3- La Iglesia no entorpeció el avance cultural y científico. Al contrario. Fomentó la cultura y la investigación. Su interés en la filosofía natural (ciencias naturales) provenía de su interés por entender la obra de Dios. La filosofía natural se convirtió en un importante complemento al servicio de la teología para entender la creación divina y esto espoleó los estudios científicos. Muchos historiadores de la ciencia actuales consideran que los franciscanos a la cabeza de las escuelas de Oxford, París y Bolonia fueron los precursores de la ciencia experimental moderna y que el desarrollo de la “revolución científica” se basó en las contribuciones de los eruditos altomedievales.

Los decimonónicos elevaron a Lactancio y a Cosmas como representantes de la cosmovisión medieval, generalizando unas ideas que, en realidad, no habían tenido repercusión. Recordemos, además, que Cosmas Indicopleustes escribió en griego su Topografía Cristiana y que no fue hasta 1706 cuando este texto se tradujo al latín, por lo que su visión de la Tierra como tabernáculo no pudo influir en la Edad Media.

La versión de una discusión entre Colón y los sabios de Salamanca se divulgó ampliamente. Sin embargo, los informes escritos por Hernando Colón (hijo de Colón) y Bartolomé de las Casas muestran que los hombres que se reunieron con el navegante no sólo sabían sobre la forma de la Tierra, sino que le avisaron de que su circunferencia era mayor de lo que él creía y de que el viaje le llevaría más tiempo de lo que pensaba. Ciertamente, Colón, basándose en datos de Ptolomeo, Toscanelli y Pierre d’Ailly, se equivocó con respecto a la extensión oceánica y la circunferencia terrestre, pero no tuvo que defender su esfericidad.

4- La gesta de Colón no demostró que la Tierra era redonda, sino que había tierras en esa parte del mundo y que ¡estaban habitadas!


El globo terráqueo de Martin Behaim
Friedrich Wanderer
Die Stadt Nürnberg als Bewahrerin der Reichskleinodien (detalle)
1895-1901 
Dominio público: Wikimedia Commons

Globo de Martin Behaim, 1492 (antes del descubrimiento de América)
Germanisches Nationalmuseum (Nuremberg)
Imagen bajo licencia CC BY-SA 4.0
Fuente: Wikimedia Commons



BIBLIOGRAFÍA

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