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17 marzo 2023

DHUODA

  VIDA Y CONTEXTO HISTÓRICO

Duoda fue una culta aristócrata, de cuya vida, y pese a estar relacionada con la dinastía carolingia, sólo sabemos los datos que ella misma aportó en su obra.

Nació a principios del siglo IX en el seno de una familia de la alta nobleza, quizás en el norte del Imperio carolingio (ya que su lengua materna era germánica). El 29 de junio del 824 se casó, en la capilla palatina de Aquisgrán, con Bernardo de Septimania,* que era sobrino segundo de Carlomagno.

Territorios de Bernardo de Septimania (835-844)
Imagen: Ahnode. Bajo licencia: CC BY-SA 3.0

El rey Luis el Piadoso confió a Bernardo el cuidado de la Marca Hispánica, siendo responsable de los condados de Barcelona, Gerona, Ampurias y Rosellón, además de la Septimania, pero se vio inmerso en las rivalidades desatadas entre los descendientes de Carlomagno. En el año 826 fue nombrado por primera vez conde de Barcelona, hasta el 832, y fue asimismo conde de Tolosa (835-844) y de Narbona (828-844).

Así, Duoda era duquesa de Septimania y condesa de Barcelona, Gerona, Ampurias y Rosellón, y acompañó durante algún tiempo a Bernardo en sus viajes de gobierno y expediciones militares hasta que éste, por motivos que desconocemos, la obligó a quedarse en el castillo de Uzès (Provenza). Desde allí Duoda sufragaba los gastos militares de su marido, para lo cual tuvo que pedir algunos préstamos de dinero. Mientras tanto, algunos enemigos de Bernardo expandieron el rumor de que tenía de amante a Judith de Baviera, la segunda esposa de Luis I el Piadoso. La acusación de adulterio le costó el exilio y la destitución de los cargos, pero tras la propuesta de un duelo judicial,** fue nombrado de nuevo conde de Barcelona (en el 835).

En Uzès, Duoda dio a luz a su primogénito Guillermo, el 29 de noviembre del 826. Ya en junio del año 840, después de la muerte del rey Luis el Piadoso, Bernardo fue a visitar a Duoda y volvió a dejarla embarazada. Su segundo hijo nació el 22 de marzo de 841. Poco más tarde, tras la derrota en la batalla de Fontenoy-en-Puisaye, el 25 de junio del 841, en la que Bernardo había participado en el bando de Lotario I y Pipino II de Aquitania contra las fuerzas de Carlos el Calvo y Luis el Germánico, Bernardo envió a su hijo Guillermo, que cumpliría quince años, a la corte de Carlos el Calvo, como muestra de lealtad hacia el monarca. En cuanto a su segundo hijo, y sin todavía haber recibido el bautismo, mandó que lo llevaran a Aquitania para tenerlo bajo su custodia. De esta forma, Duoda se vio separada de sus dos hijos, pero, queriendo continuar el ejercicio de la maternidad y el vínculo con su primogénito, se puso a escribir para él.

EL LIBER MANUALIS

Al poco de serle arrebatado su segundo hijo, Duoda decidió escribir un tratado educativo para su hijo Guillermo con consejos morales y prácticos que le guiasen y ayudasen en su vida, incluyendo referencias que evidencian un buen conocimiento de la Biblia, la patrística y la literatura clásica. Sin duda, esta introspectiva y emotiva obra muestra a la propia Duoda, que plasma reflexiones sobre sí misma, su marido y sus hijos, revelando sus sentimientos, preocupaciones y esperanzas, a la vez que refleja la significación de la maternidad y la utilización política de la misma. Además, nos muestra aspectos del contexto político, ideológico y cultural de la nobleza carolingia, y nos permite conocer las estrategias y relaciones familiares. Especialmente, nos lleva a reflexionar sobre el papel de las mujeres en la nobleza de la época.

Liber ManualisBiblioteca Carré d'Art. Nimes. Ms. 393, fols. 26v-27r

Sabemos que el libro lo empezó el 30 de noviembre de 841 y quedó acabado el 2 de febrero del 843 porque ella misma anotó las fechas en el texto. En cuanto a la lengua que empleó, lo hizo en un latín poco ortodoxo y convencional. Se trata de un estilo muy personal, que no se atiene a las normas y la rigurosidad del latín clásico. Esto se ha visto como la manera que tuvo al esforzarse por decir las cosas buscando expresar la profundidad de sus sentimientos, su realidad, sus valores y sus pensamientos.

Tras una gran cantidad de preámbulos, establece una tabla de contenidos donde enumera y nombra cada capítulo de los 73 que tiene, y después de los varios prolegómenos preparatorios para el texto que su hijo va a leer, por fin, en el primer capítulo empieza la parte discursiva del libro. 

Duoda escribe, en primer lugar, como madre que quiere que sus hijos sean felices; también como madre de hijos varones, con el deseo de que alcancen la gloria militar; y como noble, transmitiendo unas responsabilidades de clase que implican la lealtad al linaje y el esfuerzo por conservar sus privilegios. Pero si algo destaca en el texto desde el principio es la manifestación de su soledad y angustia por la separación:

Sabiendo que la mayoría de madres del mundo disfruta de la compañía de sus hijos y viéndome yo, Duoda, apartada de ti, Guillermo, hijo mío, por ello, angustiada y deseosa de ser útil, te envío este opúsculo escrito para que lo leas y sirva para tu formación a modo de espejo, contenta de que, aunque yo esté físicamente ausente, la presencia de este libro te haga reflexionar, al leerlo, en lo que debes hacer por mí.

(Dronke, 1995, p. 67)

Sobre todo desea transmitir a Guillermo algo que no le puede dar ningún otro libro. El tratado que ella le ofrece es especial porque explica específicamente lo que será mejor para él, con la legitimación que le otorga el hecho de ser su madre y con la intención de que le sea útil en el ámbito temporal y en el espiritual:

Aunque cada vez tengas más libros, ojalá te plaza leer a menudo mi opúsculo y, con la ayuda de Dios omnipotente, seas capaz de sacarle provecho. En él encontrarás resumido todo lo que desees aprender; encontrarás también aquí un espejo en el que podrás examinar sin titubeos el estado de tu alma, de manera que puedas complacer no sólo al mundo, sino también en todo a Quien te modeló a partir del barro, lo cual te es del todo necesario, Guillermo, hijo mío, para que en ambos casos actúes de modo que puedas serle útil al mundo y, a la vez, puedas satisfacer a Dios en todo.

(Dronke, p. 68)

Duoda expone, por tanto, una ética que debe servirle doblemente: para lo mundano y lo divino; para el servicio a Dios y el servicio a los hombres, en su comportamiento y sus acciones. Está convencida de que una conducta noble, cumpliendo con la devoción cristiana, le traerá la felicidad terrenal y la salvación eterna. Por todo ello, debía ser siempre generoso, prudente, justo y caritativo, guiándose por una moral de paz y justicia:

[…] Es mejor un hombre paciente que un hombre fuerte, quien pacientemente domina su alma en todos los aspectos supera al conquistador de ciudades […]

Yo tu consejera Duoda, hijo Guillermo, quiero que, creciendo pacientemente en las santas virtudes entre todos los soldados, seas siempre reacio a hablar y reacio a la ira. 

(Vinyoles, 2005, p. 19)

Es evidente que quería inclinarlo hacia la paz con tal de que tuviera una vida larga y feliz. Le encomendó que rezara para que sus enemigos (y también su padre) optaran por la paz.

Por otra parte, quería mostrar al hijo el orgullo del linaje y la debida fidelidad a su progenitor; por ello, en caso de conflicto entre la lealtad hacia el padre o hacia el rey Carlos, la primera debía tener preferencia.

Con respecto al manejo de las relaciones humanas, le instaba a combinar los valores cristianos con la habilidad que debía tener un noble en el trato con la gente. Así, Guillermo debía practicar la caridad, amar al prójimo, servirlo y honrarlo sea cual fuere su categoría, amoldándose a la gente de condición inferior. En relación a esto, sobresalen unos versos donde presenta a su hijo los ideales que debía observar:

Ayuda a menudo a viudas y a huérfanos, / da de comer generosamente a los desconocidos, / otorga tu hospitalidad; a los desnudos, dales ropas/ con tus manos.

En los pleitos sé juez justo y cabal, / no aceptes presentes de mano alguna, / no oprimas a nadie: por ello el Benefactor/ te recompensará.

Generoso en tus dádivas, siempre alerta y prudente, / esforzándote amablemente por ser acorde con todos, / alegre de corazón: todo ello tu rostro/ reflejará.

(Dronke, p. 76)

Estas palabras recogen algunos de los rasgos que caracterizarán al caballero cortés y al miles christianus de siglos posteriores. Su deber era ayudar y proteger a los indefensos y a los débiles, así como ser generoso en sus dádivas y amable con todos los seres humanos. Como apunta Peter Dronke, es el origen de este noble comportamiento lo que nos conduce al mundo de los valores corteses que se asocian con una época más tardía. (Dronke, p.76).

No obstante, a lo largo del manuscrito, el sufrimiento por no saber si volverá a ver a Guillermo se hace eco:

Aunque me afligen multitud de preocupaciones, la única que destaca entre ellas es la de que algún día, si Dios quiere y es la voluntad del Señor, pueda ver qué aspecto tienes. […] 

(Dronke, p. 78)

Asimismo, expone otras preocupaciones que dejan patente su honradez, como la liquidación de las deudas:

En auxilio de mi dueño y señor, Bernardo, y para que mi servicio en la Marca y en muchos otros lugares no se resintiese, ni se separase él de mí, como suelen hacer otros, reconozco que me he cargado de deudas. Para hacer frente a sus muchas necesidades, he tenido que pedir prestadas grandes sumas no sólo a cristianos sino también a judíos.

He devuelto lo que he podido, y siempre que pueda, seguiré devolviéndolo. Pero si después de morir yo quedase alguna deuda por saldar, te pido y te ruego que tú mismo te enteres, con toda diligencia, de quiénes son mis acreedores. Cuando los hayas encontrado, procura que se les pague todo, no sólo con mis propiedades, si algo ha quedado, sino también con las tuyas, las que poseas o, con la ayuda de Dios, justamente obtengas.

(Dronke, pp. 84-85)

Al final del libro, Duoda incluye una lista de nombres de familiares vivos y muertos por quienes Guillermo debía rezar, y le pide que, al morir ella, graben en su tumba el epitafio en verso que ella misma ha compuesto.

DESENLACE

Es conmovedor ver cómo Duoda, preocupada por el futuro terrenal y espiritual de los suyos, encargó a Guillermo que rezara por todos ellos, que cuidara de su padre en la vejez y que hiciera lo que pudiera por su hermano pequeño.

Reparto del Imperio por el Tratado de Verdún (843)
Imagen bajo licencia CC BY-SA 4.0 En: Wikimedia Commons

En realidad, Bernardo no aceptó la resolución del Tratado de Verdún del año 843 firmado entre Lotario I, Luis el Germánico y Carlos el Calvo. Invadió Aquitania y se hizo fuerte en Tolosa, pero allí fue hecho prisionero, acusado de traición y decapitado por orden del rey Carlos el Calvo en el 844.

Muerto Bernardo, Guillermo se alzó en armas contra Carlos el Calvo y recuperó los condados de Barcelona, Gerona y Osona, de los que su padre era conde en el momento de su ejecución. Para ello, contó con apoyo militar dentro de los condados y también con la ayuda de soldados musulmanes enviados por el emir Abd al Rahman II,*** bajo el mando de los gobernadores de Tortosa y Zaragoza.

Guillermo gobernó los condados durante dos años hasta que las fuerzas francas asediaron Barcelona y le derrotaron. Fue condenado a muerte y decapitado en el año 850. Tenía 24 años.

En cuanto al segundo hijo de Duoda y Bernardo, sabemos que se llamó como el padre y que sobrevivió a los acontecimientos, aunque se desconoce realmente quién fue posteriormente.

Una vez acabado su libro, no se sabe nada más de Duoda. No sabemos si su epitafio llegó a ser esculpido o si supo que su hijo mayor había muerto, pero según algunos estudiosos, parece ser que murió antes de que Guillermo fuera ejecutado.


Notas:

*El padre de Bernardo era Guillermo I de Tolosa, primo hermano de Carlomagno.

**Cuando Bernardo desafió a sus enemigos a mantener esa acusación en combate singular contra él, ninguno se atrevió. (Dronke, p. 64).

***Según los textos musulmanes, el emir, con la ayuda otorgada a Guillermo, pretendía sembrar la discordia en los condados de la Marca entre los partidarios de Carlos el Calvo y los opositores. (Vinyoles, p. 21). 

Artículo relacionado: Educación y letradas en la península ibérica


Bibliografía

Bondurand, Édouard. L'éducation carolingienne: Le Manuel de Dhuoda. París, 1887.

Dronke, Peter. "Duoda"Las escritoras de la Edad Media. Madrid: Crítica, 1995, pp. 62-85.

Neel, Carol. Handbook for William: a Caroligian woman's counsel for her son. Washington D.C.: The Catholic University of America Press, 1999.

Rivera Garretas, María Milagros. "Dhuoda: La maternidad". Textos y espacios de mujeres. (Europa, siglos IV-XV). Barcelona: Icaria, 1990, pp. 65-79.

Vinyoles Vidal, Teresa. Història de les dones a la Catalunya medieval. Barcelona: Eumo, 2005, pp. 16-22.

Wade Labarge, Margaret. “Las precursoras”. La mujer en la Edad Media. San Sebastián: Nerea, 2003, pp. 19-36.

30 julio 2022

¡MI REINO POR UN CABALLO!

ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DE LA CABALLERÍA MEDIEVAL HASTA EL SIGLO XI

Escena del Tapiz de Bayeux que representa la conquista de Inglaterra por los normandos del duque Guillermo el Conquistador en el año 1066. Dominio público: Wikimedia Commons.

¿Cómo surgió la caballería?, ¿qué factores hicieron que naciera este cuerpo social?, ¿a quiénes podemos denominar caballeros?, ¿en qué momento se produjo una transición del equites al chevalier?, ¿cuándo y cómo se convirtieron los guerreros a caballo en caballería? Para responder estas preguntas debemos considerar todo un proceso de transformación sobre los agentes estructurales del Medievo. La caballería marcó profundamente el mundo medieval y hablar de ella supone observar su evolución a partir del siglo VIII

LOS CAROLINGIOS Y LA REFORMA MILITAR DE CARLOMAGNO

Las necesidades militares de un imperio en expansión hicieron que el reino de los francos fuera el territorio donde se iniciara la configuración de la futura caballería. Carlos Martel llevaba a cabo campañas cada vez más lejanas que obligaban a aumentar la hueste y a transformar gran parte de las fuerzas de infantería, que eran mayoritarias, en tropas a caballo. El soberano, para atraerse fidelidades y remunerar a sus hombres, les concedió en precario tierras eclesiásticas, a cambio de la prestación de los servicios de guerra. Los ingresos que se derivarían debían servirles para pertrecharse con un equipo acorazado. En consecuencia, se fue dando un incremento de la caballería pesada que además se vio favorecida por la introducción del estribo, ya que les permitía tener un mejor dominio del corcel, una mayor estabilidad sobre él y manejar con mayor soltura las armas, pero este invento, que era de origen oriental y llegó a Occidente hacia el siglo VIII, no supuso una modificación del método de combate. El caballo era indispensable para los desplazamientos, pero una vez llegados al campo de batalla, muchos jinetes desmontaban y luchaban a pie con las armas de los peones.

Caballería carolingia. Ilustración: Wayne Reinolds. Fuente: Historiando.org
Sabemos que sólo los 
hombres libres tenían derecho a portar armas y los campesinos libres debían acudir, en virtud de ese derecho, a la convocatoria anual del ejército para salir en campaña junto a su señor; pero Carlomagno reparó en los pobres (pauperes), y el deseo de asegurarse su participación en el servicio militar fue el impulso decisivo para una reforma atendiendo a la situación de los libres (liberi) y la extensión de sus tierras. Así, el soberano estableció que los dueños de 4 mansos o más, debían proveerse de casco, espada, lanza y escudo. Para los que no llegaban a 4 mansos, siendo considerados pauperes, se estipuló que, de entre esos hombres se alistara uno, equipado entre todos, y que el resto se encargara de su finca mientras estaba en campaña.

Por otra parte, los propietarios de 12 mansos o más, además del equipo mencionado, estaban obligados a llevar coraza* (Fleckenstein, 2006, p. 28). Sin embargo, al ser tan costoso dicho equipamiento, Carlomagno quiso reforzar con la concesión de tierras (beneficia) a los combatientes acorazados del contingente ecuestre. Ahora bien, los beneficiarios de un beneficium (más tarde, feudo) debían ser los primeros en partir (in primis), situarse en primera línea de combate y estar disponibles en cualquier momento. A la cabeza de estos ejércitos estaban los vasallos de la corona (vassi dominici), algunos de los cuales contaban con auténticos latifundios (desde 30 mansos hasta los que tenían más de 100 y 200 mansos).

De esta manera, Carlomagno puso el germen que uniría vasallaje y feudalismo en un proceso en el que el vasallaje fue extendiéndose, militarizándose y adquiriendo importancia gracias a la donación de feudos. Esto hizo que se fueran uniendo los conceptos miles (soldado) y vasallus hasta que, desde mediados del siglo IX, significaron lo mismo. Eran componentes de la militia que incluía nobles (nobiles) y ministeriales. Progresivamente, “milites (soldados) se fue asignando a los hombres que se situaban por debajo de los nobles, pero por encima de los campesinos, y más adelante, a mediados del siglo XI, denota su mejorada posición el hecho de que quedaran exentos de ciertos impuestos señoriales, como atestiguan algunos documentos de la época. En cualquier caso, el vasallaje tuvo un aumento imparable en todos los territorios del imperio carolingio, pero la extensión de los señoríos, que se servían de sus propios milites, desembocará en un grave problema social.

LA PAZ Y TREGUA DE DIOS

Con la disgregación del imperio carolingio se produjo una gran atomización del poder político que quedó en manos de los señores feudales. Ya con los últimos carolingios, la nobleza de Aquitania y de la Baja Borgoña se había desligado de la autoridad del rey y, aunque los normandos todavía la respetaban, los poderes regionales, que se evidenciaban por la presencia de sus castillos, fueron en aumento. Esto llevó a un desgobierno generalizado, caracterizado por los enfrentamientos entre los señores feudales, el saqueo y la violencia indiscriminada sobre la población. Ante la gravedad de la situación y la inoperancia de los reyes, la Iglesia tomó la iniciativa para limitar las consecuencias de las luchas entre linajes y proteger a los más indefensos de la sociedad.

A finales del siglo X, obispos y abades, apoyados por la alta aristocracia que quería restaurar el orden en sus zonas de influencia, instituyeron la Paz de Dios con resoluciones dirigidas a impedir los actos ilegítimos en las guerras privadas, los ataques de los milites a los inermes y a respetar las iglesias, el clero y sus siervos. Se trataba de reglamentar las acciones de la guerra, circunscribirla únicamente a los combatientes y proteger a la población desarmada (los no combatientes) y sus bienes. A partir del concilio de Elnes (1027), la Paz de Dios se amplió con la Tregua de Dios que incluyó la prohibición de portar arma y guerrear en algunos días determinados y, más tarde, en fechas y periodos más amplios como Navidad y Semana Santa.

 Los tres órdenes. Inicial adornada (siglo XIII)
Dominio público: Wikimedia Commons 
Sin embargo, los concilios y textos eclesiásticos dieron otra consecuencia fundamental a la sociedad medieval y es que, al subrayar la distinción entre gente armada y desarmada, se clasificó la población bajo la idea de que sólo se podía recuperar la estabilidad social si las funciones de cada grupo estaban bien definidas, creándose así el esquema tripartito: oratoreslaboratores bellatores

SERVIR Y PROTEGER

Puesto que la Paz y Tregua de Dios empezó a llegar a un punto en el que no era eficaz, la Iglesia asignó a los milites la protección de los débiles (especialmente viudas y huérfanos) y la defensa de los dos grupos sociales restantes, orientando así a los combatientes hacia causas justas como ejecutores de unas tareas reservadas sólo para ellos y de cuyo cumplimiento dependía la seguridad de la de la cristiandad. La Iglesia, no sólo consiguió limitar el uso de las armas y elaborar una ética guerrera estableciendo la diferenciación entre guerra justa e injusta, sino que abrió a aquel estamento un nuevo horizonte.

La función guerrera se moralizó y la guerra justa, dirigida a combatir a infieles y paganos, se sacralizó. Con la inserción de las virtudes cristianas en su cometido, se creaba la imagen del soldado al servicio de la Iglesia y de Dios. A partir de entonces, los milites, para salvar su alma manchada por los pecados de la sangre, la codicia y el robo, debían abandonar su militancia seglar, que iba en contra de la doctrina cristiana, (como habían revelado todas sus acciones pecadoras y perversas) y pasar a la militancia de Cristo. Con la proclamación de la Primera Cruzada en 1095, la Iglesia encauzaba el ardor bélico de los milites hacia un nuevo objetivo y los convertía en soldados de Cristo (milites Christi).

Además, junto a los escritos eclesiásticos, la literatura seglar influyó con modelos épico-cristianos en la formación de una ética caballeresca y con todo, otro factor jugó un papel fundamental.

UN NUEVO MÉTODO DE COMBATE

Hacia finales del siglo XI, la adopción de una nueva técnica de combate con la lanza significó un nuevo impulso para el estamento marcial.

En las batallas, la caballería pesada era utilizada como carga de choque y, junto al uso de las espuelas, del estribo y de un armazón de la silla más alto, entraba en juego la lanza. Esta arma se podía emplear de varias maneras dependiendo de cómo se sujetase, y era muy normal utilizarla como jabalina, pero la nueva táctica consistía en sujetarla fuertemente bajo un brazo y, dirigiéndola en posición horizontal, lanzarse a la carga con el cuerpo inclinado hacia delante muy pegado al animal. En definitiva, caballo, jinete y lanza formaban, unidos, un proyectil de una enorme potencia. No obstante, la necesidad de ejercitación con este método específico del combate a caballo llevó a la instauración del torneo como entrenamiento militarLos luchadores tenían la ocasión de poner en práctica diferentes estrategias de guerra y demostrar heroicas hazañas al público presente, puesto que los torneos eran, a su vez, reuniones aristocráticas y espectáculos magníficos de una gran popularidad

Los participantes debían proveerse de un equipo que implicaba un muy alto coste y que incluía la indumentaria, las armas, un caballo y un escudero. Todo ello significaba poseer grandes recursos o contar con la ayuda de un noble que ejerciera de benefactor, de manera que el simple hecho de participar en un torneo era en sí mismo un distintivo social. La construcción de un código de valores que les unía y las habilidades militares adquiridas hacían de ellos unos guerreros distintos del resto que luchaban a su lado en las contiendas, por lo que estos factores imprimirían la diferencia a esta élite guerrera cuyos miembros buscaban la fama y mención de sus proezas. La definición de “caballero” era ya una realidad. 


 NOTAS ACLARATORIAS Y DE AMPLIACIÓN

Sobre la coraza*: Se trataría de una loriga de cuero recubierta de piezas de metal o Brunia.

«Hasta mediados del siglo XI, [...la protección del guerrero, hasta el medio muslo, era la cota de escamas sobre la túnica de cuero o la cota de malla hecha de anillas de hierro entrelazadas». (Flori, Caballeros y caballería..., p. 105).

 En las Capitulares de Carlomagno: 
«Habeant loricas vel galeas et temporalem hostem, id est aestivo tempore»
En: "Capitulare Aquisgranense". Capitularia Regum Francorum, tomo I, nº 77 (813), art. 9, p. 171.

Sobre la reglamentación de los efectivos de guerra

«A mediados del siglo VIII, los vasallos deben ir al combate con el equipo completo, que se compone de un caballo, una loriga (lorica), de una coraza formada de escamas de hierro superpuestas y sujetas a un jubón, un escudo de madera, una lanza, una espada y un machete procedente del antiguo scramasax»(Flori, Caballeros y caballería..., p. 48).

«El movilizado debía presentarse en el centro de concentración provisto, bajo pena de multa, de una lanza, de un escudo, de un arco con una cuerda de recambio y de doce flechas. Los jefes de destacamento debían, además, llevar un casco y una loriga o una brunia, es decir, un sayo de cuero revestido de piezas de metal». (Halphen, p. 140).

Sobre los mansos: Eran fincas que formaban parte del dominio señorial, pero cedidas a familias campesinas. A cambio, debían abonar unas rentas en especie, en metálico o en jornadas de trabajo en la reserva señorial (corveas, sernas). Un manso englobaba la vivienda, las tierras de cultivo y los appendicia. Además, podía estar habitado por varias familias, pero aparecía como una unidad fiscal. 

Sobre el manejo de la lanza: El nuevo método consistía en la carga a lanza tendida (en posición horizontal fija). Esta nueva técnica se ve relacionada con las conquistas normandas en documentos de finales del siglo XI. También se ve representada en algunas escenas del tapiz de Bayeux (finales del siglo XI).

Sobre los torneos: El torneo era una pelea general entre grupos de guerreros ecuestres, un simulacro de batalla donde se podía ganar un buen botín. Los derrotados podían ser hechos prisioneros, perder sus caballos y tener que pagar un rescate. A partir del siglo XIV toman relieve las justas, que eran combates entre dos caballeros.

En precario: Concesión de tierras para la obtención de un usufructo, pero cuya propiedad era de la Iglesia en este caso.

Inermes: Sin armas. Desarmados.  

Ministeriales: Hombres no libres que pertenecían a la servidumbre doméstica del señor feudal (imperial o eclesiástico). Se les encomendaban las funciones más importantes de la casa, (chambelán, senescal, maestresala, etc.) además de supervisar las propiedades del señor. Su entrada en la militia, hacia el siglo XI, supuso un ascenso social y con el tiempo, obtuvieron feudos e importantes puestos en la administración y en el ejército. 

Milites casati: Vivían en su propia casa, en las tierras concedidas por el señor feudal, pero, en su deber vasallático, tenían que cumplir con el servicio de hueste destinado a dar apoyo (con sus propios vasallos) en las expediciones, algaras o cualquier otra operación militar de su sire. Era un servicio temporal. 

Milites castri o gregarii: Caballeros de mesnada o castellanía. Vivían en el castillo del señor. Eran su guardia personal y parte esencial de sus tropas en operaciones de represalia o intimidación. El lugar de estos milites en la sociedad dependía del prestigio, la riqueza y la generosidad (largesse) del sire, ya que de él dependía el equipamiento, además del alojamiento, la ropa y la alimentación de éstos.

Servicio mercenario: 1) Mercenarios que, a cambio de una paga, un salario o la promesa de una parte de las tierras o bienes que se obtuvieran de una expedición, se ponían a disposición de un señor. 2) Vasallos remunerados por un señor para que prolongaran por más tiempo su servicio. En cualquier caso, el servicio mercenario implicaba que cada uno se costeaba todo su equipo. 


BIBLIOGRAFÍA

Boretius, A. "Capitularia Regum Francorum". Monumenta Germaniae Historica (MGH), Hannover, Tomo I, 1883.

Fleckenstein, Josef. La caballería y el mundo caballeresco. Madrid: Siglo XXI, 2006.

Flori, Jean. La caballería. Madrid: Alianza Editorial, 2001.

Flori, Jean. Caballeros y caballería en la Edad Media. Barcelona: Paidós, 2001.

Halphen, Louis. Carlomagno y el imperio carolingio. Madrid: Akal, 1992.

Keen, Maurice. La caballería. Barcelona: Ariel, 1986.