15 diciembre 2023

CONSTRUYENDO UN MITO: EL REY ARTURO (2ª PARTE)

Arturo en el trono
Juego Clash of Armies: Medieval, s. XXI
Imagen: Luis Llopis
Bajo licencia: CC BY-SA 4.0


Coronación de Arturo
Miniatura. Crónica Flores Historiarum, s. XIII
Dominio público: Wikimedia Commons


 
LA  TRANSFORMACIÓN DEL MITO

Hacia 1136 un monje galés llamado Geoffrey de Monmouth comenzó a escribir una obra en latín denominada Historia Regum Britanniae, que englobaría la historia de Britania desde su fundación por el mítico Bruto de Troya hasta la muerte del rey Cadvalader en el siglo VII y la instalación de los sajones en el poder.
Territorios de los Plantagenet en Francia, s. XII
Imagen: Sémhur (derivada)
Bajo licencia: CC BY-SA 3.0

Para ello, el clérigo se basó en fuentes antiguas de tradición oral y escrita, en las que ya de por sí había fantasía, y añadió bastante imaginación a su relato. No obstante, trataba de crear una crónica histórica amparándose en la noción de translatio, que implicaba la continuidad del poder sobre un linaje cuya legitimidad se remontaba a un pasado muy lejano. El resultado fueron doce libros de los cuales tres (octavo, noveno y décimo) tratan sobre Arturo y cuya historia se concretiza en cinco episodios: la conquista de Gran Bretaña, la conquista de las islas colindantes y de la Galia, las fiestas de la coronación, la guerra contra los romanos y la traición de Mordred.  
Su texto revelaba un pasado glorioso del pueblo bretón, presentaba a Arturo como el vencedor contra los sajones y lo elevaba al mismo nivel que el emperador de Roma, por lo que la dinastía normanda, establecida en Inglaterra desde su conquista en 1066, vio adecuada esta epopeya nacional para su legitimación en el trono y como contraposición a la épica de la corona francesa que tenía a Carlomagno.
Así, Geoffrey de Monmouth dedicó su obra, en primer lugar, a Roberto de Gloucester (hijo bastardo de Enrique I) y luego añadió sendas dedicatorias a Galeran de Beaumont, conde de Meulan, y al rey Esteban I que reinó entre 1135 y 1154.
Desde la instauración de los normandos en el trono inglés la situación política era compleja porque eran también duques de Normandía y, como tales, debían vasallaje a los reyes de Francia. De manera que los soberanos de Inglaterra se atribuyeron la sucesión del legendario monarca para legitimar su poder a ambos lados del Canal de la Mancha, equipararse a los Capetos y desvincularse del vasallaje a la corona francesa.
En su relato, el autor retrata a Arturo en su papel de rey guerrero y describe su armamento: el yelmo, el escudo Pridwen, la lanza Ron y la espada Caliburnus (Excalibur, forjada en la isla de Avalon). También ubica a los personajes de la tradición literaria como Uther Pendragon, Ginebra, Mordred, Bediver, Galván y Merlín, que en esta gran obra aparece en el libro séptimo, durante el reinado de Vortigern, y que será profeta (vates), mago y consejero del rey.
Arturo y Mordred en la batalla final
 Ilustración de Newell Convers Wyeth
The Boy's King Arthur, 1922
Dominio público: Wikimedia Commons
Arturo aparece como un caudillo de grandeza imperial que se enfrenta al poder romano, conquista territorios y lidera los ejércitos britanos que derrotan a los sajones. Pero es también el soberano a la cabeza de una corte espléndida donde se celebran magníficos banquetes y torneos a los que acuden caballeros de otras regiones. En realidad, Monmouth está marcando un hito en el relato, ya que es con la descripción de las fiestas de la coronación cuando actualiza la imagen del mundo artúrico del pasado, de manera que podemos considerar a este autor como el creador de una primera imagen cortés sobre Arturo. Tanto en la descripción de la celebración del banquete como en la de los juegos (ludi), referido aquí a torneos, se destaca el valor civilizatorio, festivo, de ostentación, generosidad y abundancia de la corte, además de una serie de tendencias conductuales en las que se incluía la relación entre mulieres y militia, algo que se ha interpretado como una primera formulación de la relación amor-caballería. En definitiva, en la obra de Monmouth observamos, a través del reflejo de varias pautas sociales, que ya imperaba la necesidad de adaptar la materia al mundo cortesano del siglo XII.
Por último, el monje relata la traición de Mordred, ya que ante la ausencia de Arturo que se preparaba para marchar sobre Roma, había usurpado el trono y tomado como esposa a Ginebra. Arturo y Mordred lucharían en la contienda final donde Arturo mataba a su sobrino (en otras versiones, su hijo) y él resultaba mortalmente herido y transportado a la isla de Avalon para ser curado de las heridas. El autor creaba así un final incierto para el rey cuyo posible regreso representaría “la esperanza bretona”.
La narración de Monmouth tuvo un éxito inmediato y autores posteriores trabajaron sobre su obra creando un nuevo género literario: los romans. 

ARTURO EN LA NOVELA CORTÉS

Enrique II Plantagenet
Dominio público:

Leonor de Aquitania
Elizabeth Villiers 
Our Queen Mothers,
1936
Robert Wace, un clérigo normando, escribió en 1155 el Roman de Brut, bajo el reinado de Enrique II de Inglaterra  y Leonor de Aquitania (1154-1189).
Wace tradujo la obra latina de Monmouth al francés anglonormando, que era la lengua de la corte inglesa, junto con el provenzal, utilizado por los trovadores. Al alejarse del latín y traducirla a la lengua romance, hizo que pudiera ser entendida por la nobleza cortesana. Además introdujo dos importantes elementos: la Tabla Redonda, que reunía como iguales a los mejores caballeros, y el misterioso bosque de Broceliande donde se ocultaba Merlín.
Wace siguió el texto de Geoffrey de Monmouth aunque hizo hincapié en el refinamiento, las aventuras, la magia y el esplendor de la corte, pero además, su estilo dio como resultado un relato ágil y fácil de recordar con el empleo del octosílabo pareado que marcó la tradición literaria posterior. Otorgó un mayor dramatismo a varios personajes y agregó diálogos y términos que conformaban un vocabulario cortesano más adecuado a las cortes señoriales de la época. Por todo ello se ha considerado que su roman impulsó la difusión de la épica artúrica en la literatura europea. Asimismo, trataba de fijar y desarrollar un modelo ético, reforzando, con una marcada intencionalidad política, la imagen de Arturo como soberano ejemplar. El objetivo era que el público identificara a Enrique II Plantagenet con el mítico rey y aunque utilizó la leyenda para prestigio político de su monarquía, consideró que se debía denegar al personaje un futuro regreso de Avalon.

James Archer. Lancelot y Ginebra, ca. 1864
Dominio público: Wikimedia Commons
En la segunda mitad del siglo XII, el poeta francés Chrétien de Troyes retomó la leyenda para la aristocracia francesa y la amplió con nuevas historias, añadiendo nuevos personajes y una atmósfera irreal en la que actuaban. Este autor hizo que la materia de Bretaña desplazara definitivamente a la materia de Francia y la de Roma, y que sobresaliera la temática artúrica con la creación de los episodios y los elementos más conocidos. Con Chrétien surgió Lancelot y su relación con Ginebra, el nombre de Camelot para el enclave de la corte y una concepción primigenia del Grial que cambiará más adelante. De momento, era un plato de oro adornado con pedrería que contenía la sagrada hostia para el Rey Pescador.
Chrétien de Troyes acentuó el modelo de monarca cortesano, generoso y justiciero. El soberano ya no es un guerrero ni un conquistador imperial de territorios, sino un rey inactivo que espera en su castillo a que los caballeros regresen de sus andanzas, porque él ya no protagoniza las hazañas, sino sus hombres que salen a combatir el mal y restaurar la paz alterada por elementos maléficos. En cambio, Arturo preside la Tabla Redonda, símbolo de civilización y del trato generoso que sabe dispensar a los paladines, vela por la justicia y el orden, y queda como el mantenedor de viejas leyes y costumbres (usages).

Aparición del Santo Grial en la Mesa Redonda
Dominio público: Wikimedia Commons
Siguiendo la estela de Chrétien, el caballero borgoñón Robert de Boron comenzó a escribir en 1190 su Roman de l’Estoire dou Graal donde imprimió el sentido cristiano definitivo al Grial de Chrétien, pasando a ser el cáliz de la Última Cena. Esta composición formaba parte de una serie de obras denominadas en conjunto: Li livres dou Graal, que tenía como tema central la búsqueda del sacro objeto. En su obra reincorporó a Merlín (que Chrétien había dejado a un lado) y sobre todo, trazó el esquema de lo que sería el gran ciclo novelesco en prosa conocido como La Vulgata o Lanzarote-Grial escrito entre 1215 y 1230.



CONCLUSIÓN

Como hemos visto, el rey Arturo cortesano es el resultado de una larga elaboración literaria y su retrato fue cambiando en función del contexto social de cada época. Su figura la hallamos representada en modelos de organización social muy distintos, de manera que el Arturo de la literatura galesa es muy diferente al de los romans franceses. Los manuscritos galeses, irlandeses y latinos más antiguos reflejan una sociedad organizada en reinos confederados que carecían de un gobierno central. Se trataba de una sociedad de carácter tribal, gobernada por una aristocracia militar cuyas actividades económicas se basaban en la explotación de la tierra y la guerra, de donde obtenían botín y fama. Por ende, entre las principales preocupaciones de esta élite se encontraba el vínculo establecido con los hombres que formaban su tropa guerrera o teulu (300 hombres armados), además del honor, el estatus y el prestigio del linaje. En el plano literario, observamos a Arturo como un líder guerrero que unió a las tribus britanas para luchar contra los sajones y que pasó a la documentación latina como dux bellorum hasta que, a partir del siglo XII, evoluciona hacia un modelo distinto en consonancia con el hecho de que el poder político que antes se concentraba en la élite guerrera se fue trasladando hacia monarquías cada vez más monopolizadoras.
Arturo pasó entonces a simbolizar un modelo político alternativo a la monarquía centralizadora de los Capetos, y los grandes señores feudales, viéndose en el reflejo de lo que representaba la Tabla Redonda, patrocinaron la novela artúrica. Los soberanos de la dinastía Plantagenet ejercieron especialmente el mecenazgo de los novelistas franceses y Enrique II tuvo claro que el mito artúrico le otorgaría la propaganda que necesitaba para sus aspiraciones políticas. 
Tanto la historia de Geoffrey de Monmouth como la de Robert Wace fueron tomadas por verídicas. El público creía que los hechos, expuestos en un tiempo y un espacio definido, habían ocurrido de verdad, hasta que Chrétien de Troyes rompió con la narrativa pseudo-histórica y situó a Arturo en el seno de un universo fantástico en el que los caballeros emprendían aventuras, triunfaban sobre el mal y buscaban el camino hacia la perfección. Las obras de Chrétien, además de entretener, convirtieron a Arturo en el modelo ideal de los grandes señores feudales y de la caballería como ordo social.
Después de Chrétien, otros escritores franceses crearon romances en verso y en prosa, aunque la fama del mito ya se había extendido por el occidente y norte europeo. Las traducciones se sucedieron en numerosas lenguas vernáculas y la leyenda quedó recogida en reelaboraciones y compilaciones que continuaron reeditándose hasta llegar a nuestros días. Pero ¿por qué el ciclo artúrico tuvo tanto éxito y por qué sigue atrayendo? 
La novela artúrica presentaba las más nobles virtudes caballerescas y una ficción que contrastaba con la realidad política y social. Por otra parte, la caballería andante vio en esta literatura un código ético que le era común como clase social y los ideales caballerescos a los que se acogía perduraron durante siglos: la asistencia y protección a los indefensos, el honor, la lealtad, la generosidad, la cortesía, la piedad, el valor de la palabra dada... 
Finalmente, el rey Arturo se convirtió en el eje central salvaguarda de un sistema perfecto: todo orbita a su alrededor y con la ayuda de Merlín mantiene el orden establecido como garante de la armonía y el equilibrio del mundo. ¿No es eso lo que buscamos? ¿No refleja algo que nos falta? Quizás el éxito que sigue teniendo la temática artúrica en la actualidad radica en que contemplamos en ella una serie de valores que nos gustaría que siguieran existiendo y que nos llevaran a obtener el equilibrio del mundo.

Bedivere con Arturo herido
Ilustración de Norman Little
The Gateway to Tennyson, 1910
Bedivere lanza Excalibur al lago
Ilustración de Walter Crane
Stories of the Knights of the Round Table, 1911


BIBLIOGRAFÍA

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Cordo Russo, Luciana. “Culhwch ac Olwen como texto de transición de la materia artúrica”. Medievalista [en línea] 2017, núm. 22. Disponible en: https://doi.org/10.4000/medievalista.1332

García Gual, Carlos. Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda. Madrid: Alianza Editorial, 2018.

Hibbert, Christopher. Breve historia del rey Arturo. Madrid: Nowtilus, 2009.

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Sainero Sánchez, Ramón. Arturo: Dux Bellorum: Los orígenes de la leyenda. Madrid: Sanz y Torres, 2018.

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Torres Asensio, Gloria. Los orígenes de la literatura artúrica. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2003.


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