PREMISAS
- Los medievales creían que la Tierra era plana, ya que no se recuperó el saber grecorromano hasta el Renacimiento.
- Los marineros tenían miedo de precipitarse al vacío si llegaban a los límites de la Tierra.
- La Iglesia entorpecía el avance cultural y científico. Colón tuvo que defender ante los eclesiásticos de la Junta de Salamanca (encargada de valorar su proyecto) la esfericidad del mundo.
- Con el primer viaje de Colón se demostró que la Tierra era redonda.
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Emanuel Leutze. Cristóbal Colón ante el Consejo de Salamanca. |
¿Alguna vez has oído una de estas
afirmaciones? Como verás, todas están relacionadas con la idea de que en la Edad Media creían que la Tierra era plana, pero ninguna refleja la realidad de la época, ninguna es verdad. Sin embargo, esa idea sobre la sociedad medieval todavía persiste en el imaginario popular por la difusión que se ha hecho durante años a través de libros de texto, novela histórica, cine y televisión. Afortunadamente, hay muchos estudios que han desmentido la existencia de una visión terraplanista en aquella época.
La cuestión es: ¿cuándo y cómo se gestó este mito?, ¿quiénes hicieron creer que en aquella época ignoraban la esfericidad de la Tierra? Para llegar hasta aquí, primero debemos saber cuál era el panorama cultural y comprobar que el Medievo heredó unos antiguos conocimientos.
ANTECEDENTES: COSMOVISIONES
EN LA ANTIGÜEDAD
Sabemos que a partir de la observación
del mundo físico y de los fenómenos naturales los filósofos griegos dedujeron la forma de la Tierra. A ello se le sumaba el trabajo doxográfico que
los sabios acostumbraban a hacer, así como más tarde harían los eruditos medievales
en la tarea de recopilar los estudios de pensadores anteriores y comentarlos en
una nueva obra.
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El universo según Aristóteles Imagen: Nicolas Eynaud. Trabajo propio Bajo licencia: CC BY-SA 4.0 |
Los antiguos griegos concebían un
universo esférico donde la Tierra ocupaba el
centro de manera inmóvil. Los principios cosmológicos más aceptados eran el geocentrismo, el geoestatismo, la uniformidad de los
movimientos celestes que orbitaban en círculo, la perfección de la figura
geométrica de la esfera y la
importancia de los cuatro elementos:
fuego, aire, tierra y agua, que eran la esencia y el origen de todas las cosas.
También se gestó la teoría de las antípodas
para referirse a las posibles tierras habitadas en el Sur del planeta y diametralmente
opuestas a la ecúmene o tierras habitadas que conocían: Europa, Asia y África.
Fue en el siglo VI a.C. cuando los filósofos de Mileto comenzaron a tratar de explicar la realidad y la estructura del universo desde una visión naturalista (basada en la physis), configurando teorías matemáticas, físicas y astronómicas en la consideración de un cosmos limitado por una esfera donde se hallaban fijas las estrellas.
La búsqueda de explicaciones naturalistas llevó al filósofo Tales
a creer que el origen de la vida radicaba en el agua y que, por tanto, en medio de un inmenso océano flotaba una isla plana y redonda, la Tierra. En
cambio, para Anaximandro (610-546 a.C.),
la Tierra, que era un cuerpo cilíndrico, flotaba en el espacio sin apoyarse en nada. Pensó que si veía salir y ponerse el Sol cada día, éste debía dar la vuelta bajo el
mismo cielo que veía por encima. Es decir, bajo la Tierra había cielo y éste era
el espacio en el que flotaba.
A partir de esa nueva noción cosmológica (la Tierra flotaba en medio del espacio), la idea de
esfericidad comenzaría su camino. La primera referencia a este asunto la
encontramos en el Fedon de Platón, ya que en un diálogo con Simmias, Sócrates le
cuenta lo que se imagina y lo que sabe acerca de la Tierra, por lo que le han
contado. Observamos así que la descripción de la forma de la Tierra y del universo aparece como algo ya divulgado, como un eco cuyo origen atribuyeron varios autores de la Antigüedad a la escuela pitagórica.
Por su parte, Platón (ca. 428-347 a.C.) creía que « el Demiurgo dio al mundo la
forma de esfera y puso por todas partes los extremos a igual distancia del
centro, prefiriendo así la más perfecta de las figuras».
Su obra Timeo ejerció una gran influencia posterior en el mundo occidental
gracias a su traducción al latín por Calcidio (ca. 320 d.C.). Pero había algo
que inquietaba a Platón. Se preguntó por qué, si el cosmos era orden, armonía y
perfección, la trayectoria de algunos cuerpos celestes no era uniforme. ¿Cómo
se podían explicar los irregulares movimientos de los planetas? A este respecto, Eudoxo de Cnido (ca. 400-355 a.C.) creó la teoría de
las esferas homocéntricas, tratando de esclarecer así el movimiento planetario.
Sin embargo, será Aristóteles (384-322 a.C.) quien en su De caelo teorice extensamente, en cuatro libros, sobre la estructura y el funcionamiento del universo, aduciendo
leyes físicas sobre el movimiento de los cuerpos celestes. En
el libro II de su obra, la redondez de la Tierra quedaba demostrada por
argumentos empíricos tales como la observación de la sombra que ésta proyectaba
sobre la luna durante los eclipses lunares o la visibilidad y no visibilidad de
ciertas estrellas desde diferentes latitudes.
Tampoco podemos dejar de citar a Aristarco de Samos (310-230 a.C.), Apolonio de Perge (262-190 a.C), Hiparco de Nicea (190-120 a.C.) o Eratóstenes de Cirene (ca. 276-197
a.C.), quien calculó la circunferencia de la Tierra y la inclinación de su eje
con bastante exactitud.
Más tarde, Claudio Ptolomeo
(ca. 100-170 d.C.) equivocaría los cálculos y reduciría la medida del meridiano
con respecto a la de Eratóstenes. No obstante, su obra Almagesto, escrita en griego,
representaría la compilación más importante de la astronomía matemática donde postulaba
que la Tierra era redonda, consagraba el modelo geocéntrico y geoestático
terrestre, y concretaba el concepto de retrogradación de los planetas en
la teoría de los epiciclos.
DURANTE
LA TARDOANTIGÜEDAD
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Emperador romano con orbe en la mano derecha Detalle de un "mapa de carreteras" del Imperio. Tabula Peutingeriana, siglo IV Imagen: Bibliotheca Augustana |
La redondez de la Tierra era aceptada y la cultura romana la admitió sin problemas. El concepto se transmitiría a
través de obras enciclopédicas como la de Plinio el Viejo (ca. 23-79), quien en su Naturalis Historia alude a la Tierra como "orbis terrarum", y de las artes liberales en la
enseñanza.
Si bien en la época de transición a la Edad Media surgieron algunas voces
disonantes, las críticas radicaron, básicamente, sobre teorías
como la existencia de tierras en el hemisferio Sur donde habitarían los antípodas.
Debemos destacar en este punto a Lactancio (ca. 245-315), quien en su
obra De
divinis institutionibus escribió: « ¿Son razonables esos
que sostienen que hay antípodas? ¿Hay alguien tan necio que crea que hay antípodas con los pies opuestos a los
nuestros; gente que anda con los talones hacia arriba y la cabeza hacia abajo; que hay una parte del mundo en que todas las cosas están al revés, donde los árboles
crecen con las ramas hacia abajo y donde llueve, graniza y nieva hacia arriba? [...]».
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Gautier de Metz. L'Image du monde. Copia s. XIV
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Con perplejidad se mostró también San Agustín de Hipona (354-430) en su De Civitate Dei al parecerle inverosímil
que algunos hombres hubieran podido navegar los océanos y llegado hasta la
parte diametralmente opuesta del planeta. San Agustín puso en duda la existencia de los antípodas, pero
nunca la esfericidad. Además se refería a la Tierra como “globosa moles” en su De Genesi ad litteram, mientras que San Ambrosio de Milán (340-397) se
refirió al mundo como “globo inmóvil” en su Hexaemeron.La concepción de la forma terráquea pasó
a la cultura escolar romana y numerosos eruditos romanos propagaron dicha
imagen, como Macrobio (ca. 390-430)
al referirse a la Tierra como esfera y representarla en mapas esquemáticos en
su Commentarii in Ciceronis Somnium Scipionis, o Marciano Capella (ca. 360-428) y su De nuptiis Fihilologiae et Mercurii, texto que sería pródigamente
copiado durante el renacimiento
carolingio.
COSMOVISIONES
MEDIEVALES
Hacia el año 547, un mercader llamado Cosmas Indicopleustes escribió en
griego una obra que en latín se tituló Topographia
Christiana, donde planteaba un mundo plano y rectangular
cubierto por una bóveda de cañón.
Para explicar la sucesión de los días
y las noches en una Tierra plana, expuso que en el extremo norte del mundo
existía una enorme montaña y que durante la noche el sol ascendía y
pasaba por detrás de ella y se ocultaban alternativamente, día tras día, el sol
y la luna.
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El mundo en forma de tabernáculo según Cosmas Indicopleustes |
Sin embargo, debemos entender su escrito en el contexto social de la época y de la función religiosa que pretendía desempeñar, pues no en vano
estaba dedicado a aquellos cristianos que creían en la afirmación pagana de la esfericidad. No obstante, sus planteamientos no afectaron a
la cosmovisión dominante. Al igual que ocurrió con las ideas de Lactancio, no reflejaban el pensamiento
medieval generalizado ni tuvieron repercusión. En realidad, Cosmas permaneció ignorado y sin traducir al latín hasta 1706, y en
griego no fue apenas copiado.
Por la misma época, el erudito
alejandrino Juan Filópono (490-570)
defendía la esfericidad del planeta y criticaba en su De opificio mundi el modelo de Cosmas, aunque todavía se darían trabajos
de una enorme influencia posterior.
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Mapamundi tripartito de "T en O" Isidoro de Sevilla. Etimologías, s. VII |
En la Hispania visigoda, Isidoro de Sevilla (570-636) fue el artífice de la gran enciclopedia medieval con sus Etymologiae donde incluía el dibujo de un mapamundi de «T en O» en el que se visualizan las tres partes conocidas del mundo. Tanto en esta obra como en su De Natura Rerum ratificaba la teoría de la esfericidad de la Tierra.
Su homólogo en Britania, Beda el Venerable (ca. 675-735), desarrolló
igualmente un extenso trabajo de capital importancia. Es conocido por elaborar
cronologías y cómputos calendáricos (terrestres, astronómicos y litúrgicos) en
sus obras De temporibus liber y De temporum ratione. En ellas incluyó un
nuevo cálculo de la edad de la Tierra y propuso la división de la era cristiana
en “antes y después de Cristo”. Pero además, en su De natura rerum, afirmaba
que «la circunferencia de la tierra representa la figura de un globo perfecto»,
y dejaba claro el significado de la esfericidad: «la Tierra es un orbe situado
en el centro del universo […], no circular como un escudo, sino esférica como
una bola que se extiende desde su centro con redondez perfecta por todos
lados».
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Macrobio. Comentario al Sueño de Escipión. Copia s. XII Zonas climáticas: zonas frígidas (los polos), templadas en azul y la zona tórrida en rojo. |
Por tanto, si bien pudiera parecer que algunos autores se referían a una redondez plana, como una rueda o un disco, no cabían dudas cuando la definían como globus o sphaera. Con todo, en muchos trabajos asimilaron su forma a una manzana, un huevo o una bola para una total aclaración, aunque también se evidenciaba en el arte, en las esferas armilares y la cartografía. En el caso de los mapamundis, el problema es que no sabían cómo dibujar la tridimensionalidad de la esfera en plano.La imagen del globo terráqueo siempre estuvo presente y numerosos intelectuales quisieron calcular su perímetro, como Juan Escoto Erígena (ca. 810-877) o el papa Silvestre II (935-1003).
Asimismo, se realizaban estudios sobre los eclipses, las mareas, los seísmos y los fenómenos atmosféricos. Los temas de debate eran los relativos al centro del planeta, la disposición de los cuatro elementos y la existencia de antípodas y su habitabilidad teniendo en cuenta las distintas zonas climáticas de la Tierra y que una de ellas era la zona tórrida del ecuador. ¿Cómo alguien podría haber atravesado la zona de clima abrasador? ¿Cómo podrían ser habitables las antípodas?
En cuanto al mundo islámico, fue durante su Edad de Oro, entre los siglos VIII y XIII, cuando se irradió el saber antiguo en su imperio hasta Occidente, junto a su propia producción filosófica y científica, a través de la circulación de textos traducidos al árabe. La necesidad de conocimientos astronómicos para la práctica de su religión les impulsó a la búsqueda del saber clásico y su cosmología se basó en los principios aristotélicos y ptolemaicos que dominaron la cosmovisión medieval.
En todo este proceso fue clave la Casa de la Sabiduría, en Bagdad, donde traductores sirios (cristianos grecoparlantes) traducían textos griegos, persas e indios al siríaco y luego al árabe, así como la labor de la Escuela de Traductores de Toledo, donde las traducciones y comentarios de las obras de
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Profesor con esfera armilar Jean Corbechon Le livre des propriétés des choses, c. 1415 Fitzwilliam Museum, Cambridge. Ms. 251, fol. 133r |
Aristóteles y Ptolomeo se multiplicaban. En este ámbito desarrollaron una
importantísima labor lingüistas como Adelardo
de Bath (ca. 1080-1150), que tradujo al latín obras de
importantes astrónomos y matemáticos persas; Gerardo de Cremona (1114-1187) que tradujo el Almagesto del árabe al latín, entre otros muchos manuscritos, o Miguel Escoto
(ca. 1175-1230) que hizo lo propio con obras de los andalusíes Alpetragio (al-Bitruyi) y Averroes (Ibn
Rushd).
Los escolásticos impulsaron también la difusión del saber clásico en
las universidades. En ellas se transmitían
los conocimientos de la filosofía natural, a lo que se
sumarán los cambios acaecidos por los franciscanos y su apología del método experimental.
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