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18 agosto 2024

CONSTRUYENDO UN MITO: EL REY ARTURO (2ª PARTE)


 ARTURO EN LAS FUENTES GALESAS

Como hemos visto anteriormente en fuentes latinas, Arturo es descrito como un vencedor heroico de batallas, símbolo de la resistencia britona, rodeado de elementos sobrenaturales, cristianos y paganos, en lo que pretendía ser el recuerdo a un héroe militar. Ahora bien, ¿cuál es la referencia más antigua que tenemos sobre este individuo?

El Viejo Norte (s.VI-VII)
Imagen bajo licencia CC BY-SA 3.0 EnWikimedia Commons
A este respecto contamos con el poema galés Y Gododdin*, cuyas partes más antiguas han sido fechadas de alrededor del año 600 y atribuida a un bardo galés llamado Aneirin. 
Esta obra consiste en varias elegías dedicadas a los guerreros de las tribus de Gododdin que, tras dirigirse al reino de Lothian para atacar a los anglos que habían tomado la plaza de Catraeth, cayeron en la batalla y tan solo hubo unos cuantos supervivientes (entre los que estaba el mismo Aneirin). En dicha composición, el poeta elogia a unos héroes que se suponían ya conocidos por la audiencia, y asocia el nombre de Arturo al valor guerrero, al narrar las hazañas de otro héroe (Gwawrddur) cuyo coraje era notable: “Alimentó negros cuervos en la muralla de una fortaleza, aunque él no era Arturo”.
Este y otros manuscritos de entre los siglos IX y XI evidencian una larga transmisión oral antes de ser recopilados en libros que datan de entre los siglos XIII y XIV.
Algunas de las más importantes compilaciones de literatura galesa son:
Libro de Aneirin (siglo XIII)
Libro de Taliesin (primera mitad siglo XIV)
Libro Negro de Carmathen (mediados del XIII)
Libro Blanco de Rhydderch (finales del XIII)
Libro Rojo de Hergest (finales del XIV)

De manera que, además del citado Y Gododdin, hay otros muchos poemas, como el número 30 del Libro de Taliesin, “Los despojos del Otro Mundo” (Preiddeu Annwfn), que cuenta el viaje de Arturo y sus compañeros en el barco Prydwenn para llegar a Caer Siddi, “la Ciudad de los Muertos” con el fin de liberar a un guerrero de una fortaleza y robar un caldero mágico.

También en el Libro de Taliesin encontramos “El asiento de Teyrnon (Cadeir Teyrnon) y “Canto fúnebre de Uther Penn” (Marwnat Uthyr Penn).

En “El asiento de Teyrnon” se alude a un Arturo bendecido con el arte de la canción y vencedor de enemigos. Aun con leves diferencias entre las traducciones propuestas, la alusión en dos versos de este poema atestigua la existencia de leyendas sobre Arturo.

El poema “Canto fúnebre de Uther Penn” narra en primera persona las hazañas de Uther y, si bien son de difícil comprensión, dos de los versos aluden a Arturo. En ellos, supuestamente el propio Uther manifiesta que una novena parte de su valor ha sido transferido a Arturo. En realidad, a lo largo del poema nunca se afirma que Uther fuera su padre, pese a que estos versos han sido interpretados como una posible alusión al que sería su descendiente.

Página del Libro Negro de Carmathen. F. 47 v.
Poema: ¿Quién es el portero?
En el Libro Negro de Carmathen, el poema conocido como: Pa gwr yw’r porthawr? “¿Quién es el portero?” es un diálogo entre Arturo y el gigante Glewlwyd Gafaelfawr que custodia la entrada a una fortaleza. Ante él debe Arturo contar sus hazañas y las de sus hombres para poder ser admitidos. En el diálogo nombra a sus más famosos compañeros, Cei y Bedwyr. 

En el poema “Gereint, hijo de Erbin”, algunos versos narran una batalla en la que participaron juntas, contra un enemigo común, las tropas del rey Gereint y las de Arturo, en un lugar llamado Llongborth.

En cuanto a “Estrofas de las tumbas”, se menciona la tumba de Arturo, entre las de otros héroes britanos, al señalar que se desconoce su ubicación.

En el mismo libro, en el poema 31, se destaca la presencia de Uther y Arturo en la batalla de Trywruid, por lo que los apuntes sobre estos personajes aparecen repetidamente.

Culhwch y Olwen ante Ysbaddaden
Dominio público: Wikimedia Commons

Asimismo, debemos destacar el cuento "Culhwch y Olwen", recogido junto a otros en los Mabinogi, que ha sido considerado como texto de transición en el desarrollo de la materia artúrica. En el relato, además de ver los primitivos rasgos que caracterizan al Arturo de la literatura galesa, podemos apreciar signos protocorteses, como la sala o corte de gran reputación donde se reúne un elenco estable de guerreros y donde se guardan unas normas indispensables como la hospitalidad y la generosidad. 

Además, se ha determinado que es la narración en prosa más antigua sobre Arturo, redactada en una lengua vernácula y, según investigaciones filológicas recientes, que fue escrita hacia el año 1150. Así, aunque esta obra es posterior a la Historia Regum Brittaniae de Geoffrey de Monmouth, no desvirtúa la imagen que ya se había configurado del personaje, sino que combina rasgos protocorteses y heroicos en una figura basculante.

Cei y Bedwyr montados en un salmón alcanzan las 
murallas del castillo de Gloucester.
Imagen: Culhwch ac Olwen, 1988
Ilustración de Margaret Jones

En "Culhwch y Olwen", Arturo y sus hombres emprenden aventuras, poseen cualidades mágicas actúan en grupo (no individualmente como caballeros andantes) con un comportamiento que dista mucho de una actitud cortés. En sus expediciones, matan y saquean. Arturo, toma la iniciativa y lidera episodios, pasando a segundo plano el personaje principal (como en el caso de Culhwch). 

En cuanto al episodio de la caza del jabalí Twrch Trwyth y en el que los protagonistas deben conseguir una navaja, unas tijeras y un peine mágicos que esconde el animal entre sus orejas, alberga una gran carga simbólica. El jabalí simbolizaba la guerra, la destrucción y el caos, y la persecución relatada representa la lucha del bien contra el mal (porque Trwyth es un rey convertido en jabalí por sus pecados) y el control territorial. Arturo, como Señor de la isla, debe capturar a la bestia que devasta todo a su paso, pero además, y puesto que la caza era un entrenamiento fundamental para la aristocracia guerrera, el episodio significa la validación del soberano en ese tipo de sociedad, como cazador y combatiente.

 
Libro Rojo de Hergest
Fuente: www.alamy.com
El cuento conservado en el Libro Rojo de Hergest, titulado “El sueño de Rhonabwy”, muestra a Arturo ya como rey caballeresco; sin embargo, por la manera en que queda plasmado el mundo artúrico, ha sido interpretado por algunos especialistas como una representación paródica del mismo que no refleja la tradición original.

En cambio, en las “Tríadas de la Isla de Bretaña” (Trioedd Ynys Prydein), Arturo es representado sobre el retrato característico del folklore celta. Aquí hallamos la evocación de la figura heroica, del guerrero britano, bardo y ladrón que está lejos del rey de las novelas de caballerías, así como la mención de los personajes más conocidos que le rodean.

En definitiva, las composiciones galesas nos muestran a Arturo como un caudillo vencedor de muchas batallas, que reagrupa ejércitos y ayuda a otros príncipes a salvar sus reinos del enemigo. Está a la cabeza de un grupo de guerreros que poseen poderes extraordinarios, van en busca de aventuras y luchan contra monstruos, brujas y gigantes. Es el protagonista de muchas de las acciones que se desarrollan, un héroe que goza de una fuerza sobrehumana y de elementos mágicos, que rescata y libera personajes, que compone poesía y conduce al robo de riquezas, a la vez que es el protector y defensor de unas tierras donde destaca como soberano.

ARTURO EN LAS FUENTES IRLANDESAS

Ya hemos rastreado a Arturo en los manuscritos de autores galeses, pero también lo encontramos en la primitiva literatura irlandesa, que cuenta con numerosos registros o Anales que recogen la historia de Irlanda y en los que tanto Uther como Arturo aparecen como figuras históricas verdaderas.

Los Anales del Ulster fueron realizados por el copista Ruaidhrí Ó Luinín a finales del siglo XV en celta gaélico con interpolaciones en latín y recopilan datos tomados de manuscritos de finales del siglo VII o principios del VIII. Pero algo importante es que en estos Anales se hallan continuas referencias a otra obra denominada “el Libro de Cuanach”, y se plasmaron para certificar lo escrito en los Anales del Ulster.

El Libro de Cuanach fue escrito por un monje irlandés (Cuana/Cuanu) que murió en el año 738. En la entrada referida al año 467 nos revela que Uther Pendragon fue un rey de Inglaterra y que su hijo Arturo le sucedió y mandó construir la Mesa Redonda.

Monasterio de Iona
Imagen: Akela NDE, bajo licencia CC BY-SA 2.0 fr
Sin embargo, en otros manuscritos irlandeses, Arturo fue hijo de un soberano del reino de Dalriada*, Aedán Mc Gabráin, que murió en el año 606. Así lo vemos, por ejemplo, en la Vita Columbae*, escrita por un abad del monasterio de Iona (isla de Iona, Escocia) llamado Adamnan.

Por otra parte, en los Anales del Reino de Irlandatambién conocidos como “Anales de los Cuatro Maestros”*, encontramos la mención a Arturo en la entrada del año 620, en la que se relata que mató al rey irlandés (escoto) Mongan (hijo del rey Fiachra Lurgan) con una piedra. Aquí Arturo aparece como rey de los britanos y es hijo de Bicair.

Otra recopilación de capital importancia es la Historia de Irlanda (Foras Feasa Ar Érinn) realizada por el sacerdote irlandés Geoffrey Keating en el siglo XVII. Su compilación ofrece documentos únicos sobre Irlanda, ya que muchos de los textos antiguos en los que se basó (algunos de ellos anteriores al siglo X) desaparecieron.

Según las fuentes utilizadas por Keating*, Arturo era un príncipe irlandés que fue contemporáneo de Muircheartach el Grande (hijo de Earca), rey de Érinn (Irlanda) en el siglo VI y del que fue, posiblemente, su aliado. Además señala que Arturo murió luchando contra los pictos.

En cualquier caso, hemos visto a través de distintas fuentes, algunas de las referencias y las varias representaciones de Arturo desde los documentos más antiguos. Ahora bien, con el género literario del romanque se había iniciado en Francia en el siglo XII, la leyenda artúrica pasará a otro nivel. (Continúa en la 3ª parte)



BIBLIOGRAFÍA

Cirlot, Victoria. La novela artúrica: orígenes de la ficción en la cultura europea. Barcelona: Montesinos, 1995.

Cordo Russo, Luciana. “Culhwch ac Olwen como texto de transición de la materia artúrica”. Medievalista [en línea] 2017, núm. 22. Disponible en: https://doi.org/10.4000/medievalista.1332

García Gual, Carlos. Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda. Madrid: Alianza Editorial, 2018.

Hibbert, Christopher. Breve historia del rey Arturo. Madrid: Nowtilus, 2009.

Ibáñez Palomo, Tomás. “El mundo artúrico y el ciclo del Grial”. Revista Digital de Iconografía Medieval. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2016, vol. VIII, núm. 16, pp. 31-66.

Ladd, Marcus. “Recovering the historical Arthur". Comparative Humanities Review [en línea] 2017, vol. 1, núm. 1, pp. 13-32. Disponible en: http://digitalcommons.bucknell.edu/chr/vol1/iss1/3

Sainero Sánchez, Ramón. Arturo: Dux Bellorum: Los orígenes de la leyenda. Madrid: Sanz y Torres, 2018.

Sainero Sánchez, Ramón. Diccionario Akal de mitología celta. Madrid: Akal, 1999.

Torres Asensio, Gloria. Los orígenes de la literatura artúrica. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2003.





16 diciembre 2023

CONSTRUYENDO UN MITO: EL REY ARTURO (3ª PARTE)

Arturo en el trono
Juego Clash of Armies: Medieval, s. XXI
Imagen: Luis Llopis
Bajo licencia: CC BY-SA 4.0


Coronación de Arturo
Miniatura. Crónica Flores Historiarum, s. XIII
Dominio público: Wikimedia Commons


LA  TRANSFORMACIÓN DEL MITO

Hacia 1136 un monje galés llamado Geoffrey de Monmouth comenzó a escribir una obra en latín denominada Historia Regum Britanniae, que englobaría la historia de Britania desde su fundación por el mítico Bruto de Troya hasta la muerte del rey Cadvalader en el siglo VII y la instalación de los sajones en el poder.
Territorios de los Plantagenet en Francia, s. XII
Imagen: Sémhur (derivada)
Bajo licencia: CC BY-SA 3.0

Para ello, el clérigo se basó en fuentes antiguas de tradición oral y escrita, en las que ya de por sí había fantasía, y añadió bastante imaginación a su relato. No obstante, trataba de crear una crónica histórica amparándose en la noción de translatio, que implicaba la continuidad del poder sobre un linaje cuya legitimidad se remontaba a un pasado muy lejano. El resultado fueron doce libros de los cuales tres (octavo, noveno y décimo) tratan sobre Arturo y cuya historia se concretiza en cinco episodios: la conquista de Gran Bretaña, la conquista de las islas colindantes y de la Galia, las fiestas de la coronación, la guerra contra los romanos y la traición de Mordred.  

Su texto revelaba un pasado glorioso del pueblo bretón, presentaba a Arturo como el vencedor contra los sajones y lo elevaba al mismo nivel que el emperador de Roma, por lo que la dinastía normanda, establecida en Inglaterra desde su conquista en 1066, vio adecuada esta epopeya nacional para su legitimación en el trono y como contraposición a la épica de la corona francesa que tenía a Carlomagno. Así, Geoffrey de Monmouth dedicó su obra, en primer lugar, a Roberto de Gloucester (hijo bastardo de Enrique I) y luego añadió sendas dedicatorias a Galeran de Beaumont, conde de Meulan, y al rey Esteban I que reinó entre 1135 y 1154.

Desde la instauración de los normandos en el trono inglés, la situación política era compleja porque eran también duques de Normandía y, como tales, debían vasallaje a los reyes de Francia. De manera que los soberanos de Inglaterra se atribuyeron la sucesión del legendario monarca para legitimar su poder a ambos lados del Canal de la Mancha, equipararse a los Capetos y desvincularse del vasallaje a la corona francesa.
En su relato, el monje galés retrata a Arturo en su papel de rey guerrero y describe su armamento: el yelmo, el escudo Pridwen, la lanza Ron y la espada Caliburnus (Excalibur, forjada en la isla de Avalon). También ubica a los personajes de la tradición literaria como Uther Pendragon, Ginebra, Mordred, Bediver, Galván y Merlín, que en esta gran obra aparece en el libro séptimo, durante el reinado de Vortigern, y que será profeta (vates), mago y consejero del rey.

Arturo y Mordred en la batalla final
 Ilustración de Newell Convers Wyeth
The Boy's King Arthur, 1922
Dominio público: Wikimedia Commons

Arturo aparece como un caudillo de grandeza imperial que se enfrenta al poder romano, conquista territorios y lidera los ejércitos britanos que derrotan a los sajones. Pero es también el soberano a la cabeza de una corte espléndida donde se celebran magníficos banquetes y torneos a los que acuden caballeros de otras regiones. 

En realidad, Monmouth está marcando un hito en el relato, ya que es con la descripción de las fiestas de la coronación cuando actualiza la imagen del mundo artúrico del pasado, de manera que podemos considerar a este autor como el creador de una primera imagen cortés sobre Arturo. Tanto en la descripción de la celebración del banquete como en la de los juegos (ludi), referido aquí a torneos, se destaca el valor civilizatorio, festivo, de ostentación, generosidad y abundancia de la corte, además de una serie de tendencias conductuales en las que se incluía la relación entre mulieres y militia, algo que se ha interpretado como una primera formulación de la relación amor-caballería. En definitiva, en la obra de Monmouth observamos, a través del reflejo de varias pautas sociales, que ya imperaba la necesidad de adaptar la materia al mundo cortesano del siglo XII.

Por último, el monje relata la traición de Mordred, ya que ante la ausencia de Arturo que se preparaba para marchar sobre Roma, había usurpado el trono y tomado como esposa a Ginebra. Arturo y Mordred lucharían en la contienda final donde Arturo mataba a su sobrino (en otras versiones, su hijo) y él resultaba mortalmente herido y transportado a la isla de Avalon para ser curado de las heridas. El autor creaba así un final incierto para el rey cuyo posible regreso representaría “la esperanza bretona”.
La narración de Monmouth tuvo un éxito inmediato y autores posteriores trabajaron sobre su obra creando un nuevo género literario: los romans. 

ARTURO EN LA NOVELA CORTÉS

Enrique II Plantagenet
Dominio público:

Leonor de Aquitania
Elizabeth Villiers 
Our Queen Mothers,
1936
Robert Wace, un clérigo normando, escribió en 1155 el Roman de Brut, bajo el reinado de Enrique II de Inglaterra  y Leonor de Aquitania (1154-1189).
Wace tradujo la obra latina de Monmouth al francés anglonormando, que era la lengua de la corte inglesa, junto con el provenzal, utilizado por los trovadores. Al alejarse del latín y traducirla a la lengua romance, hizo que pudiera ser entendida por la nobleza cortesana. Además introdujo dos importantes elementos: la Tabla Redonda, que reunía como iguales a los mejores caballeros, y el misterioso bosque de Broceliande donde se ocultaba Merlín.

Wace siguió el texto de Geoffrey de Monmouth aunque hizo hincapié en el refinamiento, las aventuras, la magia y el esplendor de la corte, pero además, su estilo dio como resultado un relato ágil y fácil de recordar con el empleo del octosílabo pareado que marcó la tradición literaria posterior. Otorgó un mayor dramatismo a varios personajes y agregó diálogos y términos que conformaban un vocabulario cortesano más adecuado a las cortes señoriales de la época. Por todo ello se ha considerado que su roman impulsó la difusión de la épica artúrica en la literatura europea. Asimismo, trataba de fijar y desarrollar un modelo ético, reforzando, con una marcada intencionalidad política, la imagen de Arturo como soberano ejemplar. El objetivo era que el público identificara a Enrique II Plantagenet con el mítico rey y, aunque utilizó la leyenda para prestigio político de su monarquía, consideró que se debía denegar al personaje un futuro regreso de Avalon.

James Archer. Lancelot y Ginebra, ca. 1864
Dominio público: Wikimedia Commons
En la segunda mitad del siglo XII, el poeta francés Chrétien de Troyes retomó la leyenda para la aristocracia francesa y la amplió con nuevas historias, añadiendo nuevos personajes y una atmósfera irreal en la que actuaban. Este autor hizo que la materia de Bretaña desplazara definitivamente a la materia de Francia y la de Roma, y que sobresaliera la temática artúrica con la creación de los episodios y los elementos más conocidos. Con Chrétien surgió Lancelot y su relación con Ginebra, el nombre de Camelot para el enclave de la corte y una concepción primigenia del Grial que cambiará más adelante. De momento, era un plato de oro adornado con pedrería que contenía la sagrada hostia para el Rey Pescador.
Chrétien de Troyes acentuó el modelo de monarca cortesano, generoso y justiciero. El soberano ya no es un guerrero ni un conquistador imperial de territorios, sino un rey inactivo que espera en su castillo a que los caballeros regresen de sus andanzas, porque él ya no protagoniza las hazañas, sino sus hombres que salen a combatir el mal y restaurar la paz alterada por elementos maléficos. En cambio, Arturo preside la Tabla Redonda, símbolo de civilización y del trato generoso que sabe dispensar a los paladines, vela por la justicia y el orden, y queda como el mantenedor de viejas leyes y costumbres (usages).

Aparición del Santo Grial en la Mesa Redonda
Dominio público: Wikimedia Commons
Siguiendo la estela de Chrétien, el caballero borgoñón, Robert de Boron, comenzó a escribir en 1190 su Roman de l’Estoire dou Graal donde imprimió el sentido cristiano definitivo al Grial de Chrétien, pasando a ser el cáliz de la Última Cena. Esta composición formaba parte de una serie de obras denominadas en conjunto: Li livres dou Graal, que tenía como tema central la búsqueda del sacro objeto. En su obra reincorporó a Merlín (que Chrétien había dejado a un lado) y sobre todo, trazó el esquema de lo que sería el gran ciclo novelesco en prosa conocido como La Vulgata o Lanzarote-Grial escrito entre 1215 y 1230.



CONCLUSIÓN

Como hemos visto, el rey Arturo cortesano es el resultado de una larga elaboración literaria y su retrato fue cambiando en función del contexto social de cada época. Su figura la hallamos representada en modelos de organización social muy distintos, de manera que el Arturo de la literatura galesa es muy diferente al de los romans franceses. 
Los manuscritos galeses, irlandeses y latinos más antiguos reflejan una sociedad organizada en reinos confederados que carecían de un gobierno central. Se trataba de una sociedad de carácter tribal, gobernada por una aristocracia militar cuyas actividades económicas se basaban en la explotación de la tierra y la guerra. Por ende, entre las principales preocupaciones de esta élite se encontraba el vínculo establecido con los hombres que formaban su tropa guerrera o teulu (300 hombres armados), además del honor, el estatus y el prestigio del linaje.
 
En el plano literario, observamos a Arturo como un líder guerrero que unió a las tribus britanas para luchar contra los sajones y que pasó a la documentación latina como dux bellorum hasta que, a partir del siglo XII, evoluciona hacia un modelo distinto, ya que el poder político que antes se concentraba en la élite guerrera se fue trasladando hacia monarquías cada vez más poderosas.
Arturo pasó entonces a simbolizar un modelo político alternativo a la monarquía centralizadora de los Capetos, y los grandes señores feudales, viéndose en el reflejo de lo que representaba la Tabla Redonda, patrocinaron la novela artúrica. Los soberanos de la dinastía Plantagenet ejercieron especialmente el mecenazgo de los novelistas franceses y Enrique II tuvo claro que el mito artúrico le otorgaría la propaganda que necesitaba para sus aspiraciones políticas. 

Tanto la historia de Geoffrey de Monmouth como la de Robert Wace fueron tomadas por verídicas. El público creía que los hechos, expuestos en un tiempo y un espacio definido, habían ocurrido de verdad, hasta que Chrétien de Troyes rompió con la narrativa pseudo-histórica y situó a Arturo en el seno de un universo fantástico en el que los caballeros emprendían aventuras, triunfaban sobre el mal y buscaban la perfección espiritual. Las obras de Chrétien, además de entretener, convirtieron a Arturo en el modelo ideal de los grandes señores feudales y de la caballería como ordo social.
Después de Chrétien, otros escritores franceses crearon romances en verso y en prosa, aunque la fama del mito ya se había extendido por el occidente y norte europeo. Las traducciones se sucedieron en numerosas lenguas vernáculas y la leyenda quedó recogida en reelaboraciones y compilaciones que continuaron reeditándose hasta llegar a nuestros días. Pero ¿por qué el ciclo artúrico tuvo tanto éxito y por qué sigue atrayendo? 
La novela artúrica presentaba las más nobles virtudes caballerescas y una ficción que contrastaba con la realidad política y social. Por otra parte, la caballería andante vio en esta literatura un código ético que le era común como clase social y los ideales caballerescos a los que se acogía perduraron durante siglos: la asistencia y protección a los indefensos, el honor, la lealtad, la generosidad, la cortesía, la piedad, el valor de la palabra dada... 

Finalmente, el rey Arturo se convirtió en el eje central salvaguarda de un sistema perfecto: todo orbita a su alrededor y con la ayuda de Merlín mantiene el orden establecido como garante de la armonía y el equilibrio del mundo. ¿No es eso lo que buscamos? ¿No refleja algo que nos falta? Quizás el éxito que sigue teniendo la temática artúrica en la actualidad radica en que contemplamos en ella una serie de valores que nos gustaría que siguieran existiendo y que nos llevaran a obtener el equilibrio del mundo.

Bedivere con Arturo herido
Ilustración de Norman Little
The Gateway to Tennyson, 1910
Bedivere lanza Excalibur al lago
Ilustración de Walter Crane
Stories of the Knights of the Round Table, 1911

BIBLIOGRAFÍA

Cirlot, Victoria. La novela artúrica: orígenes de la ficción en la cultura europea. Barcelona: Montesinos, 1995.

Cordo Russo, Luciana. “Culhwch ac Olwen como texto de transición de la materia artúrica”. Medievalista [en línea] 2017, núm. 22. Disponible en: https://doi.org/10.4000/medievalista.1332

García Gual, Carlos. Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda. Madrid: Alianza Editorial, 2018.

Hibbert, Christopher. Breve historia del rey Arturo. Madrid: Nowtilus, 2009.

Ibáñez Palomo, Tomás. “El mundo artúrico y el ciclo del Grial”. Revista Digital de Iconografía Medieval. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2016, vol. VIII, núm. 16, pp. 31-66.

Ladd, Marcus. “Recovering the historical Arthur". Comparative Humanities Review [en línea] 2017, vol. 1, núm. 1, pp. 13-32. Disponible en: http://digitalcommons.bucknell.edu/chr/vol1/iss1/3

Sainero Sánchez, Ramón. Arturo: Dux Bellorum: Los orígenes de la leyenda. Madrid: Sanz y Torres, 2018.

Sainero Sánchez, Ramón. Diccionario Akal de mitología celta. Madrid: Akal, 1999.

Torres Asensio, Gloria. Los orígenes de la literatura artúrica. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2003.


17 marzo 2023

DHUODA

  VIDA Y CONTEXTO HISTÓRICO

Duoda fue una culta aristócrata, de cuya vida, y pese a estar relacionada con la dinastía carolingia, sólo sabemos los datos que ella misma aportó en su obra.

Dhuoda. Imagen generada con IA
Trabajo propio
Nació a principios del siglo IX en el seno de una familia de la alta nobleza, quizás en el norte del Imperio carolingio (ya que su lengua materna era germánica). El 29 de junio del 824 se casó, en la capilla palatina de Aquisgrán, con Bernardo de Septimaniaque era sobrino segundo de Carlomagno.

El rey Luis el Piadoso confió a Bernardo el cuidado de la Marca Hispánica, siendo responsable de los condados de Barcelona, Gerona, Ampurias y Rosellón, además de la Septimania, pero se vio inmerso en las rivalidades desatadas entre los descendientes de Carlomagno. En el año 826 fue nombrado por primera vez conde de Barcelona, hasta el 832, y fue asimismo conde de Tolosa (835-844) y de Narbona (828-844).

Así, Duoda era duquesa de Septimania y condesa de Barcelona, Gerona, Ampurias y Rosellón, y acompañó durante algún tiempo a Bernardo en sus viajes de gobierno y expediciones militares hasta que éste, por motivos que desconocemos, la obligó a quedarse en el castillo de Uzès (Provenza). Desde allí Duoda sufragaba los gastos militares de su marido, para lo cual tuvo que pedir algunos préstamos de dinero. Mientras tanto, algunos enemigos de Bernardo expandieron el rumor de que tenía de amante a Judith de Baviera, la segunda esposa de Luis I el Piadoso. La acusación de adulterio le costó el exilio y la destitución de los cargos, pero tras la propuesta de un duelo judicial,² fue nombrado de nuevo conde de Barcelona (en el 835).

Territorios de Bernardo de Septimania (835-844)
Imagen: Ahnode. Bajo licencia: CC BY-SA 3.0
En Uzès, Duoda dio a luz a su primogénito Guillermo, el 29 de noviembre del 826. Ya en junio del año 840, después de la muerte del rey Luis el Piadoso, Bernardo fue a visitar a Duoda y volvió a dejarla embarazada. Su segundo hijo nació el 22 de marzo de 841. Poco más tarde, tras la derrota en la batalla de Fontenoy-en-Puisaye, el 25 de junio del 841, en la que Bernardo había participado en el bando de Lotario I y Pipino II de Aquitania contra las fuerzas de Carlos el Calvo y Luis el Germánico, Bernardo envió a su hijo Guillermo, que cumpliría quince años, a la corte de Carlos el Calvo, como muestra de lealtad hacia el monarca. En cuanto a su segundo hijo, y sin todavía haber recibido el bautismo, mandó que lo llevaran a Aquitania para tenerlo bajo su custodia. De esta forma, Duoda se vio separada de sus dos hijos, pero, queriendo continuar el ejercicio de la maternidad y el vínculo con su primogénito, se puso a escribir para él.

EL LIBER MANUALIS

Al poco de serle arrebatado su segundo hijo, Duoda decidió escribir un tratado educativo para su hijo Guillermo con consejos morales y prácticos que le guiasen y ayudasen en su vida, incluyendo referencias que evidencian un buen conocimiento de la Biblia, la patrística y la literatura clásica. Sin duda, esta introspectiva y emotiva obra muestra a la propia Duoda, que plasma reflexiones sobre sí misma, su marido y sus hijos, revelando sus sentimientos, preocupaciones y esperanzas, a la vez que refleja la significación de la maternidad y la utilización política de la misma. Además, nos muestra aspectos del contexto político, ideológico y cultural de la nobleza carolingia, y nos permite conocer las estrategias y relaciones familiares. Especialmente, nos lleva a reflexionar sobre el papel de las mujeres en la nobleza de la época.

Liber ManualisBiblioteca Carré d'Art. Nimes. Ms. 393, fols. 26v-27r

Sabemos que el libro lo empezó el 30 de noviembre de 841 y quedó acabado el 2 de febrero del 843 porque ella misma anotó las fechas en el texto. En cuanto a la lengua que empleó, lo hizo en un latín poco ortodoxo y convencional. Se trata de un estilo muy personal, que no se atiene a las normas y la rigurosidad del latín clásico. Esto se ha visto como la manera que tuvo al esforzarse por decir las cosas buscando expresar la profundidad de sus sentimientos, su realidad, sus valores y sus pensamientos.

Tras una gran cantidad de preámbulos, establece una tabla de contenidos donde enumera y nombra cada capítulo de los 73 que tiene, y después de los varios prolegómenos preparatorios para el texto que su hijo va a leer, por fin, en el primer capítulo empieza la parte discursiva del libro. 

Duoda escribe, en primer lugar, como madre que quiere que sus hijos sean felices; también como madre de hijos varones, con el deseo de que alcancen la gloria militar; y como noble, transmitiendo unas responsabilidades de clase que implican la lealtad al linaje y el esfuerzo por conservar sus privilegios. Pero si algo destaca en el texto desde el principio es la manifestación de su soledad y angustia por la separación:

Sabiendo que la mayoría de madres del mundo disfruta de la compañía de sus hijos y viéndome yo, Duoda, apartada de ti, Guillermo, hijo mío, por ello, angustiada y deseosa de ser útil, te envío este opúsculo escrito para que lo leas y sirva para tu formación a modo de espejo, contenta de que, aunque yo esté físicamente ausente, la presencia de este libro te haga reflexionar, al leerlo, en lo que debes hacer por mí.

(Dronke, 1995, p. 67)

Sobre todo desea transmitir a Guillermo algo que no le puede dar ningún otro libro. El tratado que ella le ofrece es especial porque explica específicamente lo que será mejor para él, con la legitimación que le otorga el hecho de ser su madre y con la intención de que le sea útil en el ámbito temporal y en el espiritual:

Aunque cada vez tengas más libros, ojalá te plaza leer a menudo mi opúsculo y, con la ayuda de Dios omnipotente, seas capaz de sacarle provecho. En él encontrarás resumido todo lo que desees aprender; encontrarás también aquí un espejo en el que podrás examinar sin titubeos el estado de tu alma, de manera que puedas complacer no sólo al mundo, sino también en todo a Quien te modeló a partir del barro, lo cual te es del todo necesario, Guillermo, hijo mío, para que en ambos casos actúes de modo que puedas serle útil al mundo y, a la vez, puedas satisfacer a Dios en todo.

(Dronke, p. 68)

Duoda expone, por tanto, una ética que debe servirle doblemente: para lo mundano y lo divino; para el servicio a Dios y el servicio a los hombres, en su comportamiento y sus acciones. Está convencida de que una conducta noble, cumpliendo con la devoción cristiana, le traerá la felicidad terrenal y la salvación eterna. Por todo ello, debía ser siempre generoso, prudente, justo y caritativo, guiándose por una moral de paz y justicia:

[…] Es mejor un hombre paciente que un hombre fuerte, quien pacientemente domina su alma en todos los aspectos supera al conquistador de ciudades […]

Yo tu consejera Duoda, hijo Guillermo, quiero que, creciendo pacientemente en las santas virtudes entre todos los soldados, seas siempre reacio a hablar y reacio a la ira. 

(Vinyoles, 2005, p. 19)

Es evidente que quería inclinarlo hacia la paz con tal de que tuviera una vida larga y feliz. Le encomendó que rezara para que sus enemigos (y también su padre) optaran por la paz.

Por otra parte, quería mostrar al hijo el orgullo del linaje y la debida fidelidad a su progenitor; por ello, en caso de conflicto entre la lealtad hacia el padre o hacia el rey Carlos, la primera debía tener preferencia.

Con respecto al manejo de las relaciones humanas, le instaba a combinar los valores cristianos con la habilidad que debía tener un noble en el trato con la gente. Así, Guillermo debía practicar la caridad, amar al prójimo, servirlo y honrarlo sea cual fuere su categoría, amoldándose a la gente de condición inferior. En relación a esto, sobresalen unos versos donde presenta a su hijo los ideales que debía observar:

Ayuda a menudo a viudas y a huérfanos, / da de comer generosamente a los desconocidos, / otorga tu hospitalidad; a los desnudos, dales ropas/ con tus manos.

En los pleitos sé juez justo y cabal, / no aceptes presentes de mano alguna, / no oprimas a nadie: por ello el Benefactor/ te recompensará.

Generoso en tus dádivas, siempre alerta y prudente, / esforzándote amablemente por ser acorde con todos, / alegre de corazón: todo ello tu rostro/ reflejará.

(Dronke, p. 76)

Estas palabras recogen algunos de los rasgos que caracterizarán al caballero cortés y al miles christianus de siglos posteriores. Su deber era ayudar y proteger a los indefensos y a los débiles, así como ser generoso en sus dádivas y amable con todos los seres humanos. 

No obstante, a lo largo del manuscrito, el sufrimiento por no saber si volverá a ver a Guillermo se hace eco:

Aunque me afligen multitud de preocupaciones, la única que destaca entre ellas es la de que algún día, si Dios quiere y es la voluntad del Señor, pueda ver qué aspecto tienes. […] 

(Dronke, p. 78)

Asimismo, expone otras preocupaciones que dejan patente su honradez, como la liquidación de las deudas:

En auxilio de mi dueño y señor, Bernardo, y para que mi servicio en la Marca y en muchos otros lugares no se resintiese, ni se separase él de mí, como suelen hacer otros, reconozco que me he cargado de deudas. Para hacer frente a sus muchas necesidades, he tenido que pedir prestadas grandes sumas no sólo a cristianos sino también a judíos.

He devuelto lo que he podido, y siempre que pueda, seguiré devolviéndolo. Pero si después de morir yo quedase alguna deuda por saldar, te pido y te ruego que tú mismo te enteres, con toda diligencia, de quiénes son mis acreedores. Cuando los hayas encontrado, procura que se les pague todo, no sólo con mis propiedades, si algo ha quedado, sino también con las tuyas, las que poseas o, con la ayuda de Dios, justamente obtengas.

(Dronke, pp. 84-85)

Al final del libro, Duoda incluye una lista de nombres de familiares vivos y muertos por quienes Guillermo debía rezar, y le pide que, al morir ella, graben en su tumba el epitafio en verso que ella misma ha compuesto.

DESENLACE

Es conmovedor ver cómo Duoda, preocupada por el futuro terrenal y espiritual de los suyos, encargó a Guillermo que rezara por todos ellos, que cuidara de su padre en la vejez y que hiciera lo que pudiera por su hermano pequeño.

Reparto del Imperio por el Tratado de Verdún (843)
Imagen bajo licencia CC BY-SA 4.0 En: Wikimedia Commons

En realidad, Bernardo no aceptó la resolución del Tratado de Verdún del año 843 firmado entre Lotario I, Luis el Germánico y Carlos el Calvo. Invadió Aquitania y se hizo fuerte en Tolosa, pero allí fue hecho prisionero, acusado de traición y decapitado por orden del rey Carlos el Calvo en el 844.

Muerto Bernardo, Guillermo se alzó en armas contra Carlos el Calvo y recuperó los condados de Barcelona, Gerona y Osona, de los que su padre era conde en el momento de su ejecución. Para ello, contó con apoyo militar dentro de los condados y también con la ayuda de soldados musulmanes enviados por el emir Abd al Rahman II,³ bajo el mando de los gobernadores de Tortosa y Zaragoza.

Guillermo gobernó los condados durante dos años hasta que las fuerzas francas asediaron Barcelona y le derrotaron. Fue condenado a muerte y decapitado en el año 850. Tenía 24 años.

En cuanto al segundo hijo de Duoda y Bernardo, sabemos que se llamó como el padre y que sobrevivió a los acontecimientos, aunque se desconoce realmente quién fue posteriormente.

Una vez acabado su libro, no se sabe nada más de Duoda. No sabemos si su epitafio llegó a ser esculpido o si supo que su hijo mayor había muerto, pero según algunos estudiosos, parece ser que murió antes de que Guillermo fuera ejecutado.


Notas:

¹ El padre de Bernardo era Guillermo I de Tolosa, primo hermano de Carlomagno.

² Cuando Bernardo desafió a sus enemigos a mantener esa acusación en combate singular contra él, ninguno se atrevió. (Dronke, p. 64).

³ Según los textos musulmanes, el emir, con la ayuda otorgada a Guillermo, pretendía sembrar la discordia en los condados de la Marca entre los partidarios de Carlos el Calvo y los opositores. (Vinyoles, p. 21). 

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Bibliografía

Bondurand, Édouard. L'éducation carolingienne: Le Manuel de Dhuoda. París, 1887.

Dronke, Peter. "Duoda"Las escritoras de la Edad Media. Madrid: Crítica, 1995, pp. 62-85.

Neel, Carol. Handbook for William: a Caroligian woman's counsel for her son. Washington D.C.: The Catholic University of America Press, 1999.

Rivera Garretas, María Milagros. "Dhuoda: La maternidad". Textos y espacios de mujeres. (Europa, siglos IV-XV). Barcelona: Icaria, 1990, pp. 65-79.

Vinyoles Vidal, Teresa. Història de les dones a la Catalunya medieval. Barcelona: Eumo, 2005, pp. 16-22.

Wade Labarge, Margaret. “Las precursoras”. La mujer en la Edad Media. San Sebastián: Nerea, 2003, pp. 19-36.