18 agosto 2024

CONSTRUYENDO UN MITO: EL REY ARTURO (2ª PARTE) 2/3


 ARTURO EN LAS FUENTES GALESAS

Como hemos visto anteriormente en fuentes latinas, Arturo es descrito como un vencedor heroico de batallas, símbolo de la resistencia britona, rodeado de elementos sobrenaturales, cristianos y paganos, en lo que pretendía ser el recuerdo a un héroe militar. Ahora bien, ¿cuál es la referencia más antigua que tenemos sobre este individuo?

El Viejo Norte (s.VI-VII)
Imagen bajo licencia CC BY-SA 3.0 EnWikimedia Commons
A este respecto contamos con el poema galés Y Gododdin*, cuyas partes más antiguas han sido fechadas de alrededor del año 600 y atribuida a un bardo galés llamado Aneirin. 
Esta obra consiste en varias elegías dedicadas a los guerreros de las tribus de Gododdin que, tras dirigirse al reino de Lothian para atacar a los anglos que habían tomado la plaza de Catraeth, cayeron en la batalla y tan solo hubo unos cuantos supervivientes (entre los que estaba el mismo Aneirin). 
En dicha composición, el poeta elogia a unos héroes que se suponían ya conocidos por la audiencia, y asocia el nombre de Arturo al valor guerrero, al narrar las hazañas de otro héroe (Gwawrddur) cuyo coraje era notable: “Alimentó negros cuervos en la muralla de una fortaleza, aunque él no era Arturo”.

Este y otros manuscritos de entre los siglos IX y XI evidencian una larga transmisión oral antes de ser recopilados en libros que datan de entre los siglos XIII y XIV.
Algunas de las más importantes compilaciones de literatura galesa son:
Libro de Aneirin (siglo XIII)
Libro de Taliesin (primera mitad siglo XIV)
Libro Negro de Carmathen (mediados del XIII)
Libro Blanco de Rhydderch (finales del XIII)
Libro Rojo de Hergest (finales del XIV)

De manera que, además del citado Y Gododdin, hay otros muchos poemas, como el número 30 del Libro de Taliesin, “Los despojos del Otro Mundo” (Preiddeu Annwfn), que cuenta el viaje de Arturo y sus compañeros en el barco Prydwenn para llegar a Caer Siddi, “la Ciudad de los Muertos” con el fin de liberar a un guerrero de una fortaleza y robar un caldero mágico.

También en el Libro de Taliesin encontramos “El asiento de Teyrnon (Cadeir Teyrnon) y “Canto fúnebre de Uther Penn” (Marwnat Uthyr Penn).

En “El asiento de Teyrnon” se alude a un Arturo bendecido con el arte de la canción y vencedor de enemigos. Aun con leves diferencias entre las traducciones propuestas, la alusión en dos versos de este poema atestigua la existencia de leyendas sobre Arturo.

El poema “Canto fúnebre de Uther Penn” narra en primera persona las hazañas de Uther y, si bien son de difícil comprensión, dos de los versos aluden a Arturo. En ellos, supuestamente el propio Uther manifiesta que una novena parte de su valor ha sido transferido a Arturo. En realidad, a lo largo del poema nunca se afirma que Uther fuera su padre, pese a que estos versos han sido interpretados como una posible alusión al que sería su descendiente.

Página del Libro Negro de Carmathen. F. 47 v.
Poema: ¿Quién es el portero?
En el Libro Negro de Carmathen, el poema conocido como: Pa gwr yw’r porthawr? “¿Quién es el portero?” es un diálogo entre Arturo y el gigante Glewlwyd Gafaelfawr que custodia la entrada a una fortaleza. Ante él debe Arturo contar sus hazañas y las de sus hombres para poder ser admitidos. En el diálogo nombra a sus más famosos compañeros, Cei y Bedwyr. 

En el poema “Gereint, hijo de Erbin”, algunos versos narran una batalla en la que participaron juntas, contra un enemigo común, las tropas del rey Gereint y las de Arturo, en un lugar llamado Llongborth.

En cuanto a “Estrofas de las tumbas”, se menciona la tumba de Arturo, entre las de otros héroes britanos, al señalar que se desconoce su ubicación.

En el mismo libro, en el poema 31, se destaca la presencia de Uther y Arturo en la batalla de Trywruid, por lo que los apuntes sobre estos personajes aparecen repetidamente.

Culhwch y Olwen ante Ysbaddaden
Dominio público: Wikimedia Commons

Asimismo, debemos destacar el cuento "Culhwch y Olwen", recogido junto a otros en los Mabinogi, que ha sido considerado como texto de transición en el desarrollo de la materia artúrica. En el relato, además de ver los primitivos rasgos que caracterizan al Arturo de la literatura galesa, podemos apreciar signos protocorteses, como la sala o corte de gran reputación donde se reúne un elenco estable de guerreros y donde se guardan unas normas indispensables como la hospitalidad y la generosidad. 

Además, se ha determinado que es la narración en prosa más antigua sobre Arturo, redactada en una lengua vernácula y, según investigaciones filológicas recientes, que fue escrita hacia el año 1150. Así, aunque esta obra es posterior a la Historia Regum Brittaniae de Geoffrey de Monmouth, no desvirtúa la imagen que ya se había configurado del personaje, sino que combina rasgos protocorteses y heroicos en una figura basculante.

Cei y Bedwyr montados en un salmón alcanzan las 
murallas del castillo de Gloucester.
Imagen: Culhwch ac Olwen, 1988
Ilustración de Margaret Jones

En "Culhwch y Olwen", Arturo y sus hombres emprenden aventuras, poseen cualidades mágicas actúan en grupo (no individualmente como caballeros andantes) con un comportamiento que dista mucho de una actitud cortés. En sus expediciones, matan y saquean. Arturo, toma la iniciativa y lidera episodios, pasando a segundo plano el personaje principal (como en el caso de Culhwch). 

En cuanto al episodio de la caza del jabalí Twrch Trwyth y en el que los protagonistas deben conseguir una navaja, unas tijeras y un peine mágicos que esconde el animal entre sus orejas, alberga una gran carga simbólica. El jabalí simbolizaba la guerra, la destrucción y el caos, y la persecución relatada representa la lucha del bien contra el mal (porque Trwyth es un rey convertido en jabalí por sus pecados) y el control territorial. Arturo, como Señor de la isla, debe capturar a la bestia que devasta todo a su paso, pero además, y puesto que la caza era un entrenamiento fundamental para la aristocracia guerrera, el episodio significa la validación del soberano en ese tipo de sociedad, como cazador y combatiente.

 
Libro Rojo de Hergest
Fuente: www.alamy.com
El cuento conservado en el Libro Rojo de Hergest, titulado “El sueño de Rhonabwy”, muestra a Arturo ya como rey caballeresco; sin embargo, por la manera en que queda plasmado el mundo artúrico, ha sido interpretado por algunos especialistas como una representación paródica del mismo que no refleja la tradición original.

En cambio, en las “Tríadas de la Isla de Bretaña” (Trioedd Ynys Prydein), Arturo es representado sobre el retrato característico del folklore celta. Aquí hallamos la evocación de la figura heroica, del guerrero britano, bardo y ladrón que está lejos del rey de las novelas de caballerías, así como la mención de los personajes más conocidos que le rodean.

En definitiva, las composiciones galesas nos muestran a Arturo como un caudillo vencedor de muchas batallas, que reagrupa ejércitos y ayuda a otros príncipes a salvar sus reinos del enemigo. Está a la cabeza de un grupo de guerreros que poseen poderes extraordinarios, van en busca de aventuras y luchan contra monstruos, brujas y gigantes. Es el protagonista de muchas de las acciones que se desarrollan, un héroe que goza de una fuerza sobrehumana y de elementos mágicos, que rescata y libera personajes, que compone poesía y conduce al robo de riquezas, a la vez que es el protector y defensor de unas tierras donde destaca como soberano.

ARTURO EN LAS FUENTES IRLANDESAS

Ya hemos rastreado a Arturo en los manuscritos de autores galeses, pero también lo encontramos en la primitiva literatura irlandesa, que cuenta con numerosos registros o Anales que recogen la historia de Irlanda y en los que tanto Uther como Arturo aparecen como figuras históricas verdaderas.

Los Anales del Ulster fueron realizados por el copista Ruaidhrí Ó Luinín a finales del siglo XV en celta gaélico con interpolaciones en latín y recopilan datos tomados de manuscritos de finales del siglo VII o principios del VIII. Pero algo importante es que en estos Anales se hallan continuas referencias a otra obra denominada “el Libro de Cuanach”, para certificar lo escrito en los Anales del Ulster.

El Libro de Cuanach fue escrito por un monje irlandés (Cuana/Cuanu) que murió en el año 738. En la entrada referida al año 467 nos revela que Uther Pendragon fue un rey de Inglaterra y que su hijo Arturo le sucedió y mandó construir la Mesa Redonda.

Monasterio de Iona
Imagen: Akela NDE, bajo licencia CC BY-SA 2.0 fr
Sin embargo, en otros manuscritos irlandeses, Arturo fue hijo de un soberano del reino de Dalriada*, Aedán Mc Gabráin, que murió en el año 606. Así lo vemos, por ejemplo, en la Vita Columbae*, escrita por un abad del monasterio de Iona (isla de Iona, Escocia) llamado Adamnan.

Por otra parte, en los Anales del Reino de Irlandatambién conocidos como “Anales de los Cuatro Maestros”*, encontramos la mención a Arturo en la entrada del año 620, en la que se relata que mató al rey irlandés (escoto) Mongan (hijo del rey Fiachra Lurgan) con una piedra. Aquí Arturo aparece como rey de los britanos y es hijo de Bicair.

Otra recopilación de capital importancia es la Historia de Irlanda (Foras Feasa Ar Érinn) realizada por el sacerdote irlandés Geoffrey Keating en el siglo XVII. Su compilación ofrece documentos únicos sobre Irlanda, ya que muchos de los textos antiguos en los que se basó (algunos de ellos anteriores al siglo X) desaparecieron.

Según las fuentes utilizadas por Keating*, Arturo era un príncipe irlandés que fue contemporáneo de Muircheartach el Grande (hijo de Earca), rey de Érinn (Irlanda) en el siglo VI y del que fue, posiblemente, su aliado. Además señala que Arturo murió luchando contra los pictos.

En cualquier caso, hemos visto a través de distintas fuentes, algunas de las referencias y las varias representaciones de Arturo desde los documentos más antiguos. Ahora bien, con el género literario del romanque se había iniciado en Francia en el siglo XII, la leyenda artúrica pasará a otro nivel. (Continúa en la 3ª parte)



BIBLIOGRAFÍA

Cirlot, Victoria. La novela artúrica: orígenes de la ficción en la cultura europea. Barcelona: Montesinos, 1995.

Cordo Russo, Luciana. “Culhwch ac Olwen como texto de transición de la materia artúrica”. Medievalista [en línea] 2017, núm. 22. Disponible en: https://doi.org/10.4000/medievalista.1332

García Gual, Carlos. Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda. Madrid: Alianza Editorial, 2018.

Hibbert, Christopher. Breve historia del rey Arturo. Madrid: Nowtilus, 2009.

Ibáñez Palomo, Tomás. “El mundo artúrico y el ciclo del Grial”. Revista Digital de Iconografía Medieval. Madrid: Universidad Complutense de Madrid, 2016, vol. VIII, núm. 16, pp. 31-66.

Ladd, Marcus. “Recovering the historical Arthur". Comparative Humanities Review [en línea] 2017, vol. 1, núm. 1, pp. 13-32. Disponible en: http://digitalcommons.bucknell.edu/chr/vol1/iss1/3

Sainero Sánchez, Ramón. Arturo: Dux Bellorum: Los orígenes de la leyenda. Madrid: Sanz y Torres, 2018.

Sainero Sánchez, Ramón. Diccionario Akal de mitología celta. Madrid: Akal, 1999.

Torres Asensio, Gloria. Los orígenes de la literatura artúrica. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2003.





Notas y textos rey Arturo


NOTAS


*Y Gododdin:

Odas conservadas en el Libro de Aneirin. Se cree que una parte de ellas pudieron ser compuestas a finales del siglo VI o principios del VII por este bardo (y el núcleo del poema sería contemporáneo de los hechos que narra), pero otras partes presentan una ortografía de los siglos IX o X (Torres, p. 51).



*Dalriada/Dal Riada

Reino de Dalriada o Dál Riata
Fuente: Wikimedia Commons
Reino que los irlandeses establecieron alrededor del siglo VI y que comprendía territorios occidentales escoceses y un área noreste de Irlanda. 
Según el abad Adamnan, Aedán mac Gabráin fue proclamado rey de Dalriada en el año 574 por san Columba (Sainero, 1999, p. 34)






*San Columba:

Columba hace la señal de la cruz
ante las puertas del fuerte
 del rey picto, Brude Mac Maelchon
Autor: Joseph Ratcliffe Skelton
Dominio público: Wikimedia Commons

Obispo fundador de varios monasterios, entre ellos, el de Durrow, en Irlanda, y el de Iona, en la isla escocesa del mismo nombre. Murió en el año 597, dejando gran cantidad de iglesias dependientes de Iona e Irlanda. 
El monasterio de Iona se convirtió en el centro cultural más importante de las Islas Británicas durante el siglo VII. Su gran influencia en el reino de Northumbria abriría la cultura celta a los anglosajones de la época. 
Los saqueos vikingos en Iona a principios del siglo IX, llevarían a la decadencia y destrucción del lugar insignia del saber de la época (Sainero, 1999, p. 240-243).



*Vita Columbae:

La "Vida de San Columba", datada del año 697, fue escrita por Adamnan/Adomnan, abad del monasterio de Iona  (Torres, p. 94)
En esta obra aparece Arturo como hijo del rey escocés Aedán mac Gabráin.



*Anales de los Cuatro Maestros:

Esta compilación contiene las entradas desde el año 2242 a.C. (año del diluvio en la historia irlandesa) hasta el 1616 d.C.

Michael O’Clery fue un fraile franciscano del siglo XVII, enviado por la Iglesia a Irlanda para recopilar antiguos manuscritos que registraban la historia y la cultura de la isla.
Para este trabajo buscó la ayuda de tres eruditos de diferentes condados: Ferfesa Ó Mail-Chonaire, Cú-cóigcriche Ó Cléirigh y Ó Duibgennáin, que eran capaces de entender los primitivos documentos en gaélico. Todos ellos serían conocidos más tarde como los "Cuatro Maestros". 

La compilación se escribió entre 1632 y 1638 en un monasterio franciscano del condado de Donegal, y como elaboradores de la obra, junto con Michael O’Clery, aparecen en la introducción del manuscrito: fray Bernardinus O’Clery (Guardianus Dungalensis), el hermano Muiris Ulltach y el hermano Bonauantura o Domhnill (Sainero, 1999, p. 235-236; 260).

The annals of  Ireland, 1846
Dominio público: Wikimedia Commons
Firmas en los Anales de los Cuatro Maestros, s. XVII
Dominio público: Wikipedia Commons

























TEXTOS


Fragmentos extraídos de "Culhwch y Olwen"

El joven dijo:

-¿Hay aquí un portero?

-Sí. Y tu cabeza no debe estar en su sitio para hacer una pregunta así. Soy portero de Arturo cada primer día de enero. El resto del año se ocupan mis sustitutos, Huandaw, Gogigwc, Llaeskenym y Pennpingyon, que anda sobre la cabeza para conservar sus pies, no hacia el cielo ni hacia la tierra, sino como una piedra rodando sobre el suelo de una corte.

-Abre la puerta.

-No quiero.

-¿Por qué?

-El cuchillo está en la carne, la bebida en el cuerno y completamente llena la sala de Arturo. No dejan entrar más que a los hijos de rey de un reino reconocido o al artista que trae su arte. Se dará de comer a tus perros y a tus caballos; a ti te ofrecerán chuletas de carne caliente con pimienta, vino en abundancia y una música agradable. Te llevarán comida para cincuenta hombres a la hospedería […] Te ofrecerán una mujer para que duerma contigo y los placeres de la música. Mañana a la hora tercia, cuando se abra la puerta a la hueste que ha venido aquí hoy, tú pasarás el primero y podrás elegir el sitio que quieras en la sala de Arturo, desde el extremo más alto hasta el más bajo.

[…]

(Cei se muestra en contra de que entre Culhwch)

-Por la mano de mi amigo -exclamó Cei-, si se siguiera mi consejo, las leyes de la corte no se violarían por su culpa.

-Estás en un error, querido Cei -dijo Arturo-. Somos hombres nobles en la medida en que se recurre a nosotros. Mayor será nuestra generosidad y mayor será nuestra nobleza, gloria y reputación.

Y Glewlwyt volvió a la entrada y abrió la puerta al joven. Aunque todo el mundo desmontara en el montador de piedra de la entrada, Culhwch no lo hizo y entró con su corcel.

[…] 

Arturo:

-Siento cómo mi corazón se ensancha frente a ti; sé que eres de mi sangre. Dime quién eres.
-Lo haré -respondió el joven-. Soy Culhwch, hijo de Kilydd, hijo del príncipe Kelyddon Wledig y de Goleuddydd, mi madre, hija del príncipe Anllawdd Wledig.

-Entonces es cierto -respondió Arturo-. Eres mi primo hermano. Dime todo lo que quieres y tendrás todo lo que nombren tu boca y tu lengua.

[…]

-Pido que consigas para mí a Olwen, hija de Yspadadden Penkawr, y la invoco aquí en nombre de tus guerreros.

[…]

Cei se levantó. Cei tenía el privilegio de que podía respirar nueve noches y nueve días bajo el agua y permanecer nueve noches y nueve días sin dormir. Ningún médico podía curar una herida de la espada de Cei; además tenía una facultad maravillosa cuando quería: podía ser tan alto como el árbol más alto del bosque. Otro privilegio: cuando más copiosamente caía la lluvia, todo lo que tuviera por encima y por abajo de la mano permanecía seco a la distancia de un palmo, debido a su gran calor natural, y también hacía las veces de combustible para sus compañeros cuando el frío era muy intenso.

Arturo llamó a Bedwyr, quien jamás retrocedía ante una empresa en la que Cei participara, […] y aunque sólo tenía una mano, tres combatientes no hacían salir la sangre con más rapidez que él en el campo de batalla. Poseía otra virtud: su lanza producía una herida al entrar, pero nueve al retirarla.

Mabinogion
Alfred Fredericks. The Boy's Mabinogion, 1881. Imagen retocada. Trabajo propio.
Extraída de: Wikimedia Commons

 



(Sainero, 2018, p. 72)

Uther Pendragon, Arturo y la Mesa Redonda:

«Esto aparece en el Libro de Cuanach.

3. Muere Uther Pendragon, rey de Inglaterra, a quien sucedió su hijo Arturo, quien ordenó la Tabla Redonda».

 Anales del Ulster, 467.

 

 

(Sainero, 1999, p. 30)

Origen de la Mesa Redonda:

«Con los trabajos en madera puedo hacer maravillosas artes. He oído decir más allá de las nuevas mareas de los mares, que tus caballeros en tu mesa se pelearon un día de medio invierno; muchos allí cayeron; por su gran orgullo juego mortal libraron; y por su dignidad real todos querían estar dentro. ¡Ah! Yo te construiré una mesa rápidamente en la que se puedan sentar mil seiscientos o más parientes. Todos alrededor, sin que ninguno fuera quede, fuera y dentro, hombre opuesto a hombre. Cuando desees viajar contigo llevarla puedes».

Canto de Taliesin, XII


 (Sainero, 1999, p. 80) 

Geoffrey Keating sitúa a Arturo en Irlanda:

«Muircheartach el Grande, hijo de Earca, era rey de Érin, y fue contemporáneo del rey Arturo».

Historia de Irlanda. Libro I, 14-16


 

BIBLIOGRAFÍA

SAINERO SÁNCHEZ, Ramón. Diccionario Akal de mitología celta. Madrid: Akal, 1999.

TORRES ASENSIO, Gloria. Los orígenes de la literatura artúrica. Barcelona: Universitat de Barcelona, 2003.



21 junio 2024

LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA EN AMÉRICA


Felipe II
Autora: Sofonisba Anguissola, 1573
Fuente: Museo del Prado

“ [el verdadero remedio consiste en desviar y excluir del todo la comunicación con los herejes y sospechosos, castigando y extirpando sus errores, por evitar y estorbar que pase tan grande ofensa de la santa fe y religión católica a aquellas partes y que los naturales dellas sean pervertidos con nuevas, falsas y reprobadas doctrinas [] ” 

(Real Cédula, 25 de enero de 1569)



NUEVAS TIERRAS, NUEVAS GENTES:
LA ESPERANZA DE LA CORONA ESPAÑOLA

¿Qué características tuvo la Inquisición española en América? ¿Hubo diferencias con respecto a la peninsular? ¿Por qué fue implantada en el Nuevo Mundo?

La Corona de Castilla nunca había tenido un tribunal inquisitorial hasta que el papa Sixto IV autorizó a los Reyes Católicos mediante la bula Exigit sincerae devotionis, en 1478, a nombrar inquisidores para combatir el problema de los judaizantes en sus reinos, y el Consejo de la Suprema y General Inquisición sería el órgano coordinador de los tribunales.
Ya en 1493, tras el descubrimiento colombino, los Reyes Católicos recibieron el encargo del papa Alejandro VI, con la bula Inter Caetera, de evangelizar a los indígenas, a lo que se sumaba la enorme tarea de proteger sus nuevos dominios de las potencias enemigas. En 1508, con la bula del papa Julio II, Universalis Ecclesiae, obtenían el patronato eclesiástico en las Indias.

Vista de la ciudad de Sevilla
Atribuida a Alonso Sánchez Coello, finales del XVI
Sin embargo, uno de los principales problemas que tuvo que afrontar la monarquía fue la
emigración al Nuevo Mundo, que se convirtió en refugio para las personas perseguidas por la Inquisición en España. La Corona quería evitar que pasaran judíos, judeoconversos, musulmanes, herejes, gitanos y extranjeros, y que sólo viajaran cristianos viejos, familias y personas libres de toda sospecha de herejía que sirvieran de ejemplo a los indígenas. Para ello se expedía asiduamente legislación restrictiva (Instrucciones y Reales Cédulas) que prohibía la entrada de cristianos nuevos, apóstatas y extranjeros en las tierras descubiertas y ordenaba expulsar a los que hubiera. No obstante, la legislación era burlada con frecuencia y muchos conseguían pasar a América de forma ilegal, además de que se concedían más licencias en determinadas épocas para facilitar el poblamiento y hubo varios periodos de apertura permitiendo, por ejemplo, con Carlos I, la entrada a súbditos alemanes y flamencos.

PRE-INQUISICIÓN

Desde el principio, los conquistadores españoles fueron acompañados de eclesiásticos para el servicio castrense, pero también fueron enviados misioneros para la labor evangelizadora y obispos designados para la función inquisitorial*. 
En 1522 el Papa Adriano VI emitía la Omnimoda o Exponi Nobis, bula que concedía la autoridad inquisitorial a los regulares en tierras sin obispo. De esta manera se fueron constituyendo diócesis y vicariatos apostólicos en las nuevas tierras donde los prelados tenían facultades inquisitivas o de averiguación y así, décadas previas al establecimiento de la Inquisición en América, luchaban por la moralidad y la pureza de la fe, por lo que el miedo a la infiltración de judeoconversos, la extensión de la bigamia y la relajación de la moral, fueron motivos que llevaron a realizar peticiones como hizo en 1516 fray Bartolomé de las Casas al cardenal Cisneros:
[] asimismo suplico a Vuestra Reverendísima Señoría [] que mande enviar a aquellas islas de Indias la Santa Inquisición, de la cual creo yo que hay muy gran necesidad, porque donde nuevamente se ha de plantar la fe, como en aquellas tierras, no haya quizá quien siembre alguna pésima cizaña de herejía”.
(Fray Bartolomé de las Casas. Memorial de remedios para las Indias, 1516)

El 7 de mayo de 1516, Cisneros delegaba en Juan de Quevedo (obispo de Cuba)

Fray Bartolomé de las Casas
Escuela quiteña, s. XIX

la potestad de designar todo el personal necesario, con todas las prerrogativas de los inquisidores, incluida la relajación al brazo secular, pero desconocemos su actuación como inquisidor y si la hubo fue muy limitada, porque todavía la mayoría de la población indígena no estaba evangelizada y había poca bautizada.
El 7 de enero de 1519 el cardenal e Inquisidor General, Adriano de Utrecht, bajo deseos de Carlos I, designaba al obispo de Puerto Rico, Alonso Manso, y al dominico, Pedro de Córdoba, vicario general de La Española (Santo Domingo), “inquisidores de las Indias e Islas del Mar Océano” para que ejercieran conjuntamente sobre la zona antillana y territorios ocupados (Santo Domingo, Cuba, Jamaica, Panamá y territorios costeros venezolanos).

Mientras tanto, en Nueva España, los conquistadores ejercían el poder civil, a lo que se sumó la jurisdicción de los franciscanos cuando llegaron a México en 1524. El inquisidor Pedro de Córdoba nombró a fray Martín de Valencia comisario de la Inquisición, y en 1526 llegaron algunos dominicos con fray Tomás de Ortiz desde La Española (donde estaban desde 1510).

Sabemos que en 1527 se juzgaron 19 causas por blasfemia y que uno de los casos más destacados fue el del conquistador octogenario, Rodrigo Rengel, conocido por ser un acérrimo blasfemador que fue sentenciado por fray Toribio de Benavente, “Motolínia”, a pagar una multa de 500 pesos de oro.

En 1528 el inquisidor Vicente de Santa María dictó el primer auto de fe en Nueva España que llevó a la hoguera a Hernando Alonso y a Gonzalo de Morales por judaizar. Al parecer, durante los tres años siguientes no hubo actividades inquisitoriales hasta que llegó el franciscano Juan de Zumárraga, nombrado obispo e inquisidor apostólico con jurisdicción sobre la diócesis de México. De 1536 a 1543, Zumárraga juzgó causas por blasfemia, superstición, bigamia, criptojudaísmo e idolatría y a presuntos luteranos, acumulando la mayor actividad procesal conocida, hasta que su sentencia contra el nativo Carlos Ometochtzin le valió la pérdida de su cargo. 

A partir de 1543 será Felipe II quien firme las disposiciones relativas a América (ya que Carlos I le encargó la regencia mientras él confrontaba los múltiples problemas en su imperio) y se delimitarían dos amplios distritos bajo los inquisidores Alonso López de Cerrato, al que se le atribuiría el espacio antillano, y Francisco Tello de Sandoval a quien se le atribuiría México.

Por otra parte, en 1542 se había creado el virreinato del Perú donde se rebelaron los encomenderos tras decretarse las Leyes Nuevas cuyo objetivo era mejorar las condiciones de los indígenas en las encomiendas, algo que espoleó las guerras civiles entre “pizarros” y “almagros”, a la vez que estas guerras dificultaron la introducción de tribunales inquisitoriales en ese virreinato.

A partir de 1548 no hubo nombramientos de inquisidores y poco se sabe de los procesos durante esos años, sólo que los misioneros en tierras sin obispo continuaron ejerciendo la labor inquisitorial.

EL PELIGRO PROTESTANTE Y LOS FALSOS CONVERSOS

A partir de 1550 se vuelven insistentes las peticiones a la Corona española, demandando personal especializado frente a la reiterada intromisión de las autoridades civiles en los asuntos inquisitoriales.

Al principio, las guerras de conquista, la distancia respecto de la metrópoli y la falta de mujeres españolas favorecieron la libertad moral y sexual. Con el tiempo, la criollización, el mestizaje y la aculturación transformaron la población hasta consolidarse la sociedad indiana con todo lo que ello implicaba, como posibles prácticas supersticiosas**. Pero era creciente la preocupación por la presencia de marinos ingleses y franceses en Norteamérica y en el Caribe que podían hacer penetrar las ideas protestantes. Por si fuera poco, a finales del siglo XVI, oleadas de emigrantes portugueses llegaban a las Indias y muchos de ellos eran judeoconversos que huían de la Inquisición portuguesa.

Auto de fe en la Plaza Mayor de Lima (Perú)
Grabado s. XVII, Museo del Congreso y de la Inquisición
Horadada por estos peligros, la América española requería una solución y ésta llegó en 1568 cuando Felipe II convocó La Junta Magna en la que se tomó la decisión de implantar la Inquisición en aquellas tierras. Así, el 25 de enero de 1569 se emitió la Real Cédula que establecía el Santo Oficio, y el Consejo de la Suprema y General Inquisición dictó las Instrucciones para Inquisidores de Indias el 15 de febrero del mismo año. En ellas se prohibía juzgar a los naturales y se indicaba actuar “contra los cristianos viejos y las otras personas contra quien en estos reinos de España se suele proceder”.

El primer tribunal se constituyó en el virreinato del Perú con sede en Lima el 20 de enero de 1570. A continuación, en Nueva España, el 4 de noviembre de 1571, y en 1610 se implantaría en Nueva Granada otro tribunal con sede en Cartagena de Indias, creándose un nuevo distrito inquisitorial por orden de Felipe III.

CARACTERÍSTICAS DE LA INQUISICIÓN EN AMÉRICA

La Inquisición debía moralizar una sociedad compleja que desde el principio se había ido forjando a golpe de improvisación. No obstante, al establecerse el Santo Oficio, una de las características más destacadas es que los indígenas, considerados neófitos en la fe, quedaron excluidos de la competencia inquisitorial. 

Bautizo de Ixtlixóchitl
José Vivar y Valderrama, s. XVIII
La Inquisición podía enjuiciar a cualquier individuo, civil o eclesiástico, fuera del rango que fuera (incluso virreyes), menos a los indios, que a partir de 1571 quedaron bajo la jurisdicción ordinaria del obispo de cada diócesis ayudado por una serie de auxiliares. Este organismo diocesano tuvo varias denominaciones, entre ellas, “Provisorato de Naturales”.

Por otra parte, una de las dificultades de la Inquisición en América fue la enorme extensión de los territorios de cada jurisdicción. Era tan enorme el territorio que cada tribunal debía cubrir, que no había suficiente plantilla y se proveyó de cargos menores como los denominados Comisarios y Familiares, que actuaban de informadores y detenían a los sospechosos. Aun así, la vigilancia sobre la población era difícil y la instrucción lenta. De hecho, la presión inquisitorial se notaba en las capitales virreinales, donde había más presencia de órdenes religiosas, mientras que en el mundo rural y en las ciudades secundarias era prácticamente nula. En cuanto a los puertos marítimos, los Comisarios debían tener la suficiente preparación doctrinal como para realizar la “visita de navíos”, que significaba el control de la importación de libros.

Fuente: Congreso de la República
Lima, Perú
Además, la dispersión y la movilidad de la población dificultaban las posibilidades de que se dieran denuncias y una denuncia era lo que daba inicio a un proceso inquisitorial. Pero no existía allí, como en la península, una tradición de conflicto social entre cristianos viejos y nuevos. En América los cristianos nuevos eran los indios y no podían suponer un peligro para la fe de los cristianos viejos ni que pudieran competir con ellos en la escala social. Respecto a los procesamientos y en relación al fenómeno del mestizaje, se hizo habitual alegar la condición de indio para evitar ser procesado; por tanto, la mayoría de las sentencias de relajación al brazo secular se dieron contra protestantes y judaizantes.

Otras dificultades que tuvo la Inquisición fueron: la falta de ingresos regulares para el pago de los salarios, la dificultad en las comunicaciones y la continua llegada de emigrantes.

En cuanto a la tortura, la Inquisición americana, al igual que la peninsular, obró con total cautela, previa aprobación de todos los inquisidores de un tribunal y del obispo del lugar para su aplicación, con causa justificada y como último recurso para probar la culpabilidad del acusado.

La historiografía reciente ha demostrado que la actuación del Santo Oficio fue mucho más favorable al reo y más rigurosa en sus procedimientos que la de los tribunales civiles en los que se aplicaba de forma arbitraria la tortura, y que ejerció una presión mucho menor en el Nuevo Mundo que en España, aunque es imposible saber el número exacto de ajusticiados.

En realidad, el temor de la población a la Inquisición venía dado por el secretismo con el que, desde la detención, se ocupaba de los procesos. Testigos e inquisidores debían jurar que no revelarían nada del procedimiento, y el acusado no conocía, al principio, el motivo de su denuncia ni el acusador, obligándose a buscar en su memoria algún error doctrinal para tratar así de no dar respuestas contraproducentes, hasta que el proceso avanzaba y el reo iba conociendo todos los cargos.

Independencia de Hispanoamérica

La Inquisición quedó abolida por las Cortes de Cádiz en 1813 por un decreto que se hizo extensible a los territorios hispanoamericanos, aunque, tras algunos intentos de restablecimiento, la institución desapareció definitivamente en 1820 de América. En España no lo haría hasta 1834.




Notas:

* Esta etapa se distingue por la confluencia de: 

  1. La Inquisición episcopal u ordinaria: los obispos ejercían la función inquisitorial en sus diócesis.
  2. La Inquisición pontificia o apostólica: el Inquisidor General de España otorgaba, por concesión papal, poderes inquisitoriales a los obispos.
  3. La Inquisición monástica: los superiores de las órdenes religiosas eran investidos con poderes episcopales e inquisitoriales para ejercer donde no hubiera obispados.

** Por ejemplo, rituales y remedios de un chamán para paliar una dolencia o enfermedad. A este respecto, la Inquisición abrió procesos contra varios españoles por consumir raíces, hongos y bebidas alucinógenas, y estaba atenta a la nigromancia, la hechicería, la magia o la adivinación, como demuestra el trabajo de fray Martín de Castañega, que fue uno de los primeros en estudiar estos fenómenos. 


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